CAPÍTULO 4: EL PEQUEÑO PALACIO.

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SKALA TOMÓ UNA LARGA RESPIRACIÓN INTENTANDO CALMARSE y con desagrado apretó más la kefta que le habían dado en contra de su cuerpo producto del frío que le atacaba. Ella y Alina estaban dentro del carruaje del Oscuro con dos idiotas como guardianes en rumbo al conocido pequeño palacio, en donde los Grisha crecían, se formaban y se convertían en un arma que era utilizada en una guerra que parecía no querer tener un fin.

No cercano al menos.

Alina recostó su cabeza en el hombro de su amiga, ambas sabían lo asustada que estaba la otra porque ambas estaban pasando por lo mismo, así que hacerse compañía en un silencio sepulcral parecía el mejor de los planes para no lanzarse a llorar.

No podían llorar en público.

Skala movió su mirada azul hacía los Corporalki que les acompañaban. —¿No es muy obvio que nos lleven a las dos en el carruaje del Oscuro?— cuestionó con burla. Iván, el de menos pulgas y un humor que parecía cortado con lija le otorgó una mirada de muerte, pero recordando las órdenes de su General, se mordió la lengua antes de responder.

—Necesitamos llegar lo más rápido posible, entre los Shu y los fjerdanos sus cabezas tienen precio desde hace cinco minutos.

—¿Y qué?— murmuró al aire la pelirroja, Iván le miró sin comprender. —¿Ahora somos prisioneras del Oscuro?— cuestionó. Realmente estaba molestándole para lograr sacarle toda la información posible. No le gustaba enfrentarse a lo desconocido.

— Están bajo su protección.

—¿Y qué diferencia hay?— preguntó Alina.

La expresión de Iván se volvió indescifrable.

—Reza por no saberlo nunca.

El silencio les envolvió, y después de unos largos minutos en los que ambas se sintieron como un conejillo bajo un reflector de luz, Skala lanzó un suspiro molesto al aire. —No hacemos trucos de magia, ¿si saben eso, no?

Iván sonrió —El de la tienda pareció un buen truco — aseguró. Skala apretó sus labios y recordó como habían mandando a volar a varios Grisha sin quererlo realmente.

—Bueno, si hacemos algo emocionante les avisamos pero por ahora pueden echarse una siesta o algo.

Iván les envío una mirada de muerte, pero el hombre rubio a su lado río con ganas. —Soy Fedyor —se presentó.

Cómo era de esperarse, Alina fue más gentil en su respuesta mientras que Iván y Skala llevaban a cabo una guerra de miradas que parecía tener para largo rato. Un bache fue el causante de que Skala se coronará como vencedora de ese duelo. —¿Es seguro este camino?

Fedyor negó —No. Pero es mejor que nada.

El silencio se extendió de nuevo hasta que Iván abrió la boca —¿Cómo lo escondieron? — cuestionó. Ambas jóvenes intercambiaron una mirada. —Su poder.

—No lo escondí — respondió Alina. —Simplemente no sabía que lo tenía.

—Eso es imposible — resopló Iván. —¿No te hicieron la prueba de niña?

Alina asintió. —A los ocho años.

—Eso es muy tarde — aseguró el hombre antes de lanzarle una mirada a la pelirroja. —¿Y qué hay de tí?

Skala bufó —No te voy a decir una mierda sobre mí.

Iván sonrió como si hubiera descubierto algo importante —Ah, entonces si lo sabías. — declaró. Skala solo negó en cuanto Alina le echo una mirada.

Pero estaba mintiendo.

Alina jamás había sentido su poder dentro de ella, Skala sí. Y pese a que no sabía cómo manejarlo ni el alcance que tenía, siempre había sabido que estaba ahí.

El resto del viaje fue largo y extenuante, pese a que Skala pensó que usarían alguna ruta secundaria, se quedaron en la principal, cambiaron caballos varias veces y estiraron las piernas. Al parecer el Oscuro había elegido la velocidad antes que el sigilo y pese a que no era una mala forma de pensar, Skala sabía que no estaban libres de ataques.

Para cuándo el carruaje se detuvo, el mal sentir invadió a la joven pelirroja. Un soldado asomo su rostro por una de las ventanas del carruaje —Hay un árbol en medio del camino, puede no ser nada, pero también puede ser una trampa así que...— una flecha le atravesó el rostro antes de que pudiera seguir hablando, el gritó que Alina lanzó le aturdió los oídos, y el caos se desató tan rápido como explota un barril de pólvora.

—¡Abróchate la kefta!— jadeó Skala mientras cerraba el abrigo de Alina, por lo menos eso le evitaría un disparo en el pecho. Los Corporalki que les escoltaban bajaron y pese a que ambas desearon esconderse allí, un fjerdano abrió la puerta del carruaje.

Skala impacto su pie en contra de la cara del hombre y ambas bajaron corriendo del carruaje por el otro lado. —¡Para entre los árboles!— jadeo Alina buscando un lugar en donde pudiera camuflarse, o al menos, desaparecer hasta que el ataque culminará.

La pura verdad es que ambas corrieron sin rumbo mientras subían una de las colinas en las que se dividía la carretera Vy. Skala fue la primera en ser atrapada por unos de los hombres barbudos pero con un ágil movimiento logró clavarle el cuchillo que Iván le había dejado en la mano antes de abandonar el carruaje. Continuo corriendo.

El gritó de Alina le paró en seco, y cuando se giró para ayudarle un golpe en la cabeza logró desplomarla.

Pese al mareo y la borrosidad en sus ojos, se arrastró sobre el pasto de la colina llenándose de barro, hierba y la suciedad que se mezclaba con la sangre que descendía de su cabeza producto del golpe. Dió varias patadas hacia el hombre, y cuando logró dar en su punto débil, no tuvo reparo en clavarle la propia hacha que el traía, después de todo, el estaba buscando exactamente lo mismo: asesinarla. Intentando controlar su agitada respiración y aún en el suelo, se giró en dirección a dónde estaba Alina, notando que el hombre la había tomado como rehén y el gran cuchillo que el barbudo tenía le amenazaba con cortarle directo el cuello.

En medio del claro, la presencia del Oscuro fue notable. Y Skala desde atrás pudo ver como el hombre que sostenía a Alina temblaba, más no la dejo ir. Los Grisha terminaron con los compatriotas del fjerdano, y los soldados del ejército apuntaron con su rifle en dirección a él. El General Kirigan reparo en su presencia, y pese a que el fjerdano lo había hecho también, no podía hacer mucho para lastimarla porque soltar a Alina sería su boleto de muerte.

—¡No necesito ver para cortarle la garganta!— la exclamación del fjerdano se abrió paso en el claro. La tensión aumento drásticamente, y Skala notó que el Oscuro se preparaba para hacer un movimiento.

El conocido cosquilleo se hizo presente en las yemas de sus dedos, aquella sensación de terror mezclada con plenitud fue casi letal, el sonido dejó de oírse, las amenazas que ambos hombres se lanzaban mientras Alina estaba en medio de todo eso pasaron a segundo plano.

Skala no se incorporó, solo se quedó allí, sentada sobre la hierba y sangrando, pero si elevó su mano, y con ella, se elevó el hombre.

Alina salió disparada con las rodillas hacía el suelo y libre de la amenaza del hombre, el cual, continuaba ascendiendo mientras daba patadas y golpes al aire como si eso pudiera salvarlo de un poder que ni la misma Skala sabía que podía controlar. Pensaba dejarlo, bajarlo y que los Grisha de encargarán de él, pero la ira le embargo cada sentimiento del cuerpo. Estaba cansada de ello. Cansada de los Shu, los fjerdanos, La Sombra y los Grisha. Cansada de la amenaza constante que podía valerte la vida.  La sangre que caía desde su cabeza se unió con el sudor producto del cansancio, y su mano fue cerrándose.

Cada vez más.

Lo único que supo después es que la sangre del fjerdano le mancho el rostro y que el cuerpo cayó como un peso muerto hacía el suelo. Skala notó la sombra del General Kirigan moviéndose hacía ella antes de caer en la inconsciencia.

















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