CAPÍTULO 29: ODIO Y UNA DOSIS DE TENSIÓN.

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DURANTE LA SIGUIENTE SEMANA, SKALA HIZO JUSTO LO QUE LE HABÍA PROMETIDO AL OSCURO: se concentró en su entrenamiento, tomó las situaciones sociales con cordialidad y no fue un problema bajo ninguna circunstancia. Utilizó muchas horas de las noches para hablar con Alina, y muchas horas del día para instruir a Dax dentro del Pequeño Palacio. Había conseguido que le otorgarán una habitación a él muy cercana a la suya, así que apenas despertaban se los veía recorriendo los pasillos en conjunto.

Alina y Dax eran la clara definición de opuestos: una que hablaba hasta por los codos y el otro que no le soportaba, pero aún así (y sorpresivamente vale aclarar) se agradaron mutuamente.

Así que en una hora libre de la mañana luego del desayuno, en el que Skala agradeció El Oscuro no se había presentado, Dax y ella compartían un momento de estudio en la gran biblioteca. Los ojos igual de azules de ambos observaron al Aparatt, el monje vasallo del rey caminar lejos de su vista en silencio con su siniestro atuendo ondeando detrás de él como una extensión de su propio cuerpo o alma —No me agrada su aura, parece desquiciado— murmuró Skala antes de tomar un libro al azar. Dax, que estaba enfundado en un traje gris, cruzó los brazos y se apoyó ligeramente sobre una de las grandes mesas.

—O brutalmente creyente— respondió. Cuándo Skala le dio una mirada, el hombre negó —No de tí. De tu amiga parlanchina— explicó refiriéndose a Alina.

—¿Y por qué crees eso?

—Durante estas semanas lo vi varias veces, en algunas ocasiones él no sabía que lo estaba mirando pero, ¿adivina quién estaba en el mismo lugar todas esas veces?— recalcó la palabra todas.

Skala frunció el ceño con preocupación —Alina. — respondió por él. —¿Crees que sea un peligro? — preguntó. Dax se encogió de hombros.

—¿Porqué me lo preguntas a mí? — cuestionó mientras elevaba ligeramente una de las comiditas de sus labios. Eso era todo lo que se podía recibir de él. Jamás sonreía apropiadamente.  —¿Acaso soy tu Oráculo?

Skala rodó los ojos —Porque creo que tienes mejor intuición que yo para las personas— declaró mientras su atención se movia hacia la noche pasada, y aquello que no se había cuestionado. Pero sobre lo que tenía muchísimas dudas. Aunque no quería respuestas. No esa vez. —Y ya no usamos Oráculos— respondió en burla, pero notó como la expresión del hombre cambio.

A veces olvidaba que Dax no estaba su época, no vería jamás a su familia ni a los que amaba, y ella era literalmente lo único cercano que tenía en el nuevo mundo —Lo siento — se disculpó en voz baja antes de sacar por completo su atención del libro y mover la silla que había a su lado —Ven— pidió.

Dax obedeció segundos después y se sentó a su lado, sus gélidos ojos azules le miraron con interés.

—¿Cómo te sientes?— preguntó.

Dax se encogió de hombros, realmente no sé sentía apenado o triste, pero si cansado, extremadamente. —Solo tengo pesadillas.— declaró. Skala asintió. Sabía eso, había sido testigo de oírle gritar durante todas las noches pasadas.

—Estoy buscando como solucionar eso...

El hombre frunció el ceño —¿No tienes muchas cosas en la cabeza como para solucionar lo mío también?— preguntó —Hay cosas más importantes que requieren tu atención, Sankta.

Skala hizo una mueca. — Somos familia, Dax. — dijo posando una de sus manos sobre su hombro —¿Qué puede haber más importante que eso?

El hombre hizo una mueca sutil. —Mh, no lo sé. ¿Liberar Ravka tal vez?— cuestionó con burla. Skala le palmeó la espalda.

WICKED SAINTS | GRISHAVERSEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora