CAPÍTULO 16: ESTATUILLAS DE MADERA.

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N/A: las partes en esta letra son fragmentos de las cartas que Skala escribe.







«No sé si hay mucho que decir de aquí. Pero qué es diferente, ten por seguro que lo es. Aquí no hay que buscar comida en la basura o robarla del mercado de productores, aquí te dan tazones de fruta intentando distraerte de un hecho horrible: eres un prisionero.

Soy una prisionera.

Y quiero irme. Quiero volver a casa, quiero volver a vernos.

¿Sabés que es lo peor?

Ya no hay una casa para mí. Probablemente ella hizo su vida, y tú ni siquiera me recuerdas.

Pero yo sigo escribiendo.

Kala. »

AQUELLA MANAÑA, SKALA SE QUEDÓ EN SILENCIO MIENTRAS OBSERVABA POR LA VENTANA. Apenas estaba amaneciendo, y había abandonado la habitación de Alina después de dibujar unos bigotes con un poco de tinta que encontró por allí. Su amiga era víctima de tener el sueño más pesado del mundo, y nada la despertaba. Ni siquiera aquella pequeña travesura.

Tomó un sorbo de té y desdobló el dibujo que Alina había terminado para Sebastián la noche pasada. El rostro de Irella se veía exactamente a como la había observado de los recuerdos del pequeño, y supo enseguida lo vio que eso le haría feliz.

Pero en realidad una puntada en el pecho le estaba matando, y no le había dejado pegar un ojo en toda la noche.

Había una sola verdad: le estaba mintiendo a un niño. Estaba siendo parte de un sistema que arrancaba niños de sus hogares sin reparo alguno y le estaba haciendo algo peor a uno; dándole esperanza. De qué la vería de nuevo, de qué volvería a casa si era buen estudiante, si era correcto, si se portaba bien.

La taza de porcelana impactó contra una de las paredes y el líquido busco su camino al suelo producto de la gravedad. Skala se pasó las primeras horas del día llorando con la cabeza entre las rodillas.

En el desayuno estuvo sola, aunque no en su totalidad. Una carta relucio en el lado de la mesa donde El Oscuro se sentaba regularmente y era una nota que le deseaba un buen desayuno, y un buen día, algo que provocó aún más malestar en el pecho de la pelirroja. Estaba odiando a alguien que mínimamente le trataba bien y se preocupaba por su bienestar. Pero no podía evitarlo. Quizás no lo odiaba a él explícitamente pero detestaba ese lugar, detestaba el sistema con el que se manejaban, detestaba a la mayoría de los Grisha, detestaba la forma en que le miraban y detestaba tener que soportar los susurros que hablaban sobre ella cuando pasaba.

No le gustaba estar allí, pero al mismo tiempo sabía que era su lugar.

No tenía nada más en el mundo.

Y aquel enfrentamiento interno le estaba partiendo en dos. Con una nota arrugada en su bolsillo se dirigió ha cumplir otro extenso y tedioso día.

Entrenar con Baghra no fue fácil, en especial porque la mujer había decidido darle enseñanza a ambas Invocadoras a la vez y por alguna extraña razón la presencia de Alina la ponía muchísimo más irritable que de costumbre. La pelirroja agradeció cuando pudo expresar su poder haciendo levitar una tetera de hierro y eso fue suficiente aquel día para que la mujer de las sombras le dejará ir un rato antes, aunque claro, le deseo buena fortuna a su amiga con la mirada antes de abandonarla en aquella pequeña y calurosa cabaña. El camino hacía la escuela donde los niños comenzaban a aprender la pequeña ciencia fue fácil de encontrar, Skala esperó con paciencia notando como sacaban un carro repleto de ropa de una de las habitaciones cercanas, y la mujer que lo arrastraba se quejaba de lo tarde que «pasaban aquellos campesinos a buscarla » sus ojos azules siguieron con la mirada aquel carro hasta que la campana anunciando un pequeño descanso sonó, la pelirroja sonrió mientras Sebastián se dirigía hacía ella saludándole efusivamente, el aspecto del niño era más alegre y risueño.

WICKED SAINTS | GRISHAVERSEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora