CAPITULO 20: NO VEAS LO QUE HICE

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SKALA APRETÓ MAS EL ABRIGO NEGRO CONTRA SU CUERPO MIENTRAS EL AROMA DEL OSCURO LE EMBRIAGABA LOS SENTIDOS. Sus ojos quedaron estáticos sobre uno de los adornos en la carpa Grisha que tenían preparada como en todos los regimientos por si algún alto mando del Segundo Ejército hacia acto de presencia. Pasó con insistencia un trapo mojado por su rostro intentando quedar libre de la sangre seca que le adornaba el cuerpo como un recuerdo morboso de la atrocidad cometida horas atrás.

Los pasos del Oscuro se hicieron audibles minutos después, y el gris en los ojos del hombre impacto rápidamente contra el azul apagado de los ojos de la pelirroja. —Te traje un poco de ropa limpia, y una de mis keftas— murmuró antes de tenderle la pila de ropa. El negro cubrió su visión. Skala tomó las cosas y se quedó sentada en el mismo lugar cuando la tensión invadió la carpa, ambos compartieron miradas de reojo.

La pelirroja supo que quizás el hombre estaba enojado por su repentino escape y masacre, bueno, para ser sincera tenía razón en estarlo. Su rebeldía valió vidas, recursos y mucho más. Le había valido su propia estabilidad mental.  Mordió sus labios con una insistencia dolorosa —Lo siento... — se disculpó sabiendo perfectamente que eso no devolvía la vida de los fjerdanos, ni de Viktor, ni de Irella.

Pero era todo lo que tenía: disculpas sinceras.

Y miles de lágrimas.

El Oscuro clavó su mirada sobre ella por algunos segundos en completo silencio y finalmente tomó asiento de una forma brusca, casi con expresión de derrota —¿Entiendes porque no quería que estuvieras luchando, y menos en el Primer Ejército? — cuestionó. Skala asintió inmediatamente —No estás lista, necesitas más entrenamiento, más...

—Tienes razón, no pude controlar nada, mis emociones detonaron mis poderes y quizás podría haber...

La expresión de Kirigan se contrajo —Skala, te podrían haber asesinado — dictaminó como si aquello fuera un detalle que se le había pasado por alto a la joven. Su tono expresó severidad y preocupación por partes iguales.  La pelirroja adoptó una posición de confusión sin comprender aquella reacción. —¿Eres consciente de eso?

Los labios secos y cortejados de la joven se abrieron y cerraron varios veces sin emitir sonidos hasta que consiguió voz de nuevo —Yo asesine personas, Kirigan —admitió con el dolor latente en sus ojos.

El General le interrumpió —Asesinaste enemigos — hizo énfasis en sus palabras —¿Sabes lo que ellos podrían haberte hecho a tí? — preguntó mientras se incorporaba de su asiento con la ira haciendo mella en sus facciones — ¡Lo más suave es haberte quemado en medio de su maldita plaza principal frente a su maldito rey como si fueras una desquiciada bruja! ¡Eso es lo que ellos hacen! — exclamó. Skala se levantó debido a que los gritos le sobresaltaron y le miró mientras apretaba más sus finos dedos alrededor del abrigo buscando calma.

El Oscuro dio varias vueltas por la tienda como un león enjaulado.

Skala frunció el ceño —Tú no viste la mirada de estos hombres cuando llegue llena de sangre y con menos de una docena de sobrevivientes siguiendo mis pasos— bramó —No viste la mirada que me dieron luego de que enviaron a sus rastreadores a ver lo que había hecho — apretó sus dientes en el final de su oración. Los había visto a todos y cada uno de ellos: las miradas de terror, los cuchilleos, el despreció y la conmoción colectiva. Para bien o para mal, todos habían estado impresionados ante ella.

El Oscuro pasó las manos por su rostro en una señal de exasperación —¿Tan desesperada estar por encajar con estas personas?— señaló hacía un punto cualquiera haciendo referencia al Regimiento. —¿Sabes algo?— cuestionó antes de acercarse ligeramente —Un día yo también fue un simple niño asustado de lo que podía hacer, asustado de como lo demás me miraban. Un simple niño que quería encajar, que deseaba con todas sus fuerzas ser alguien más hasta que comprendí que nadie que no fuera un igual importaba. Nadie vive lo suficiente como para importar — dictaminó, su voz descendió hasta ser calma nuevamente, los ojos de Skala se movieron había arriba ligeramente cuando El Oscuro se acercó mucho más acortando su espacio personal. Aquella sensación de seguridad volvió —No tiene que importarte un carajo la forma en la que te miran porque siempre miran con temor lo que no comprenden.

—¿Cómo podría no importarme?— cuestionó conteniendo sus lágrimas —Yo crecí en el Primer Ejército, ellos pelean por nosotros, por...

—Yo peleó por ti— interrumpió el Oscuro antes de sostener con delicadeza su rostro. Skala sintió que un temblor recorría sus piernas  —Yo peleó por nosotros. Y nuestras opiniones sobre el otro son las únicas que deben importar, Skala. Nada más.

Sus ojos realizaron aquel ritual silencioso de observarse sin restricción alguna por largos minutos, las manos de Skala se aferraron al cuerpo del hombre y ambos se fundieron en un abrazo profundo. La pelirroja hundió su rostro en el cuello del Oscuro y este acarició su cabeza con suavidad. Aquel conocido cosquilleo que se había vuelto un fiel amigo les recorrió a ambos de pies a cabeza, y Skala fue consciente que cuando estaba en contacto con el Oscuro todo se intensificaba, no solo sus poderes si no también la forma en que se sentía sobre él. Aquel sentimiento en el pecho se volvía caliente como el fuego que los Inferni manejaban.

Ambos se desearon en aquel momento pero ninguno hizo nada al respecto.

Solo se quedaron allí, con los cuerpos pegados y las emociones creando un torrencial a su alrededor.

—No vayas. — murmuró Skala mientras seguía enredada en el abrazo. Al General le costó un poco comprender a que se refería hasta que la idea cayó en su mente —No veas lo que hice — susurró con la voz cargada de miedo. No quería que él la viera como muchos del Regimiento. No quería convertirse en un horror ante los ojos de la única persona que le había otorgado un lugar a su lado.

No quería ser una pesadilla de medianoche.

El General Kirigan asintió suavemente, Skala suspiró —Gracias...

El ojigris aferró más sus brazos alrededor de ella antes de hablar —Aleksander. — susurró. —Mi nombre es Aleksander.

Los ojos de Skala se abrieron más de lo normal y su rostro adoptó una mueca de sorpresa. Jamás había oído a nadie decir el nombre del General, quizás porque nadie lo sabía. La forma en la que lo había dicho había sido completamente íntima, personal, casi como un secreto que no debía ir a ningún lado fuera de esas paredes. Como si decirlo en voz alta fuera el peor de los sacrilegios que te entrega en realidad el mejor de los placeres. La mueca de la pelirroja de transformó ligeramente en una sonrisa leve —Gracias Aleksander. — saboreó cada letra de su nombre, su aliento impacto contra piel tersa del cuello del Oscuro y el hombre notó eso. Sus manos subieron y bajaron por su espalda con determinación, como si fuera una caricia que recompensaba un trabajo bien hecho.

—¿Quieres que me quede está noche?— preguntó el ojigris segundos después.

Skala asintió con determinación —No quiero estar sola.




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