CAPÍTULO 40: Siempre he estado aquí.

220 25 11
                                    

Tenía que inventarme una buena excusa para convencer a Silas de que nada malo sucedería si libera su energía en mí, todo lo contrario, por primera vez en meses se sentirá mejor, podrá comer y dormir y quizás pueda recuperar el café brillante de sus ojos que ha sido reemplazado por miel dorada, que resplandece con más fulgor con el paso de los días.

Cuando salió molesto de la casa de Esther no tuve más remedio que seguirlo, hacer mi mejor intento para persuadirlo de que esta era nuestra única opción, necesitamos ganar tiempo para pensar en una alternativa que pueda ser más duradera y segura para él.

Son cerca de las ocho de la noche, continúa lloviendo pero poco a poco se convierte en una lluvia ligera que golpea con liviandad mi cuerpo, las hojas de los árboles y el césped mojado.

Mientras Silas seguía caminando hacia el bosque, pude notar que sacó del bolsillo su teléfono y sus audífonos, traía puesto un abrigo largo negro, que acompañaba con un suéter de cuello de tortuga también de color oscuro, con jeans azules y tenis blancos, se colocó el gorro de su abrigo y no se detenía ni siquiera para mirar si alguien había decidido seguirlo.

A pesar de que el clima en Arlom es muy frío, mi cuerpo no era capaz de sentirlo. La inmortalidad que nos fue concebida, es distinta, terminamos en un punto medio, no morimos pero tampoco seguimos vivos, algunas sensaciones que puede ser humanas, se quedan con nosotros mientras que otras desaparecen para siempre.

No tenía frío pero me preocupaba ensuciar mis botines azules con el lodo, traía puestas unas medias oscuras adornadas con la figura de una mariposa en los tobillos, no se notaban, pero estas medias han sido mis favoritas desde que Julio se fue, a él le encantaban las mariposas, e inclusive solía decir que yo era como ellas.

Julio decía que me quería desde antes de convertirme en una mariposa, cuando aún era una oruga, recuerdo en especial una frase que hizo que mi corazón diera brincos desquiciadamente.

"Hay cierta belleza en lo diferente, depende de los ojos que la miren" -decía él, reposando su intensa mirada sobre la mía. Lo único que yo pude hacer fue sonreírle, me quedé muda y perpleja.

Debía alejar cualquier sentimiento o pensamiento que tuviera sobre Julio en estos momentos, mi prioridad por ahora es Silas.

Sacudí mi cabeza para dispersar cualquier idea fugaz que se me cruzara.

Me abotoné mi abrigo con cuadros blancos y grises, ocultando mi vestido de mangas adornado con dibujos de flores pequeñas.

Me preocupaba no convencer a Silas pero mi mente no lograba planear o pensar algo que diera buenos resultados, así que tendré que improvisar y espero que funcione.

Luego de caminar alrededor de veinte minutos aproximadamente, llegamos a la playa más cercana al refugio de Esther, la marea del mar había subido y la luz de la luna iluminaba impresionantemente la playa, aún seguía lloviendo pero las gotas eran más pequeñas, apenas si golpeaban la piel.

Silas se quita sus tenis y calcetines y comienza a caminar hacia el mar, yo hago lo mismo, retirándome los botines y caminando hasta donde se encuentra, él continúa sin percatarse de mi presencia, mantiene ambas manos guardadas en sus bolsillos, con la mirada al frente y suspiros cada vez más largos. Hasta este momento me estoy dando cuenta lo alto que es, me siento indefensa a su lado.

Toco con delicadez su brazo y de inmediato se voltea ligeramente asustado, al verme solo sonríe con sencillez y vuelve a agachar la cabeza como si se sintiera avergonzado.

—No tenía idea de que me habías seguido.

Me percato que trae puestos ambos audífonos, por esa razón no me había escuchado caminar detrás de él durante los próximos veinte minutos.

Mi Antigua Vida (TRILOGÍA FAMILIA REAL)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora