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Sensatez.
Raciocinio.
Control.
Ese era su estilo de vida.

Para volver a ser él mismo, para recuperar su estado de ánimo habitual, tenía que recuperar esas cualidades, y lo conseguiría cueste lo que cueste.

Encontraría la manera de purgarse de este ridículo deseo incontrolable que sentía por Kim Seokjin.

Una vez tomada esa decisión se separó del ventanal y permaneció inmóvil mientras se ponía la máscara con la que ocultaba toda emoción de su rostro.
Esconder lo que sentía se le daba bien.

Se había criado en una zona de Seoul en la que la gente normal no se atrevería ni a parar; un lugar en el que mostrar un ápice de debilidad, torpeza o fragilidad podía suponer la destrucción.

Oculto tras su disfraz, apartó la mirada de la calle, se giró con brusquedad y avanzó con paso decidido hacia la puerta.

•••

¡Terrible día de mierda había tenido Kim Seokjin!

Volvió a colocarse la mochila sobre el hombro para sujetarla con más firmeza y se tiró del dobladillo de la minifalda.

Se sentía ridículo con aquella falda, que era tan corta que apenas le tapaba el culo.

A Lisa, una compañera, le quedaba muy bien esa ropa pero, claro, ella medía varios centímetros menos y era cinco años menor.

Por desgracia, a Seokjin, que era más alto y más corpulento, no le quedaba igual.

Su generoso trasero iba embutido en aquella falda que era sumamente corta.

Se había criado en una de las zonas más problemáticas de la ciudad y para superar aquella experiencia sin un solo rasguño había tenido que despabilarse.

Seokjin sabía de sobra cómo cuidar de sí mismo y cómo evitar llamar la atención de quien no quería.

Pero, entonces, ¿qué hacía así vestido? ¿Tener la vista de todos sobre el? «Eres idiota, Seokjin.». Frunció el ceño y se obligó a apresurar la marcha. No pasará nada.

Estaba en un buen barrio, ¿qué más daba que pareciera una gatita en celo con zapatillas vans?

Le quedaban ocho cuadras para llegar a casa y, una vez ahí, podría ponerse cómodo y cambiase esa ropa ridícula por unos jeans y una camiseta.

Seokjin suspiró centrando toda su atención en un objetivo: llegar al minúsculo apartamento que compartía con una amiga, una compañera de universidad.

Como tenía las piernas congeladas y había empezado a temblar, apresuró el paso para entrar en calor.

Durante el mes de mayo en Seoul hace buena temperatura por el día, pero por la noche refresca.

Esa mañana debería haber agarrado una campera, pero había salido a toda prisa porque llegaba tarde.
Nunca se hubiera imaginado que acabaría la noche con las piernas descubiertas y el trasero prácticamente al aire.

«Ya queda poco para que acabe el día».

Por la mañana se le había caído un café y se había manchado la ropa. Como no le daba tiempo de ir a casa a cambiarse antes del trabajo, Seokjin había aceptado agradecido la ropa limpia que le había ofrecido Lisa, una compañera que siempre llevaba ropa de sobra en el auto.

No es que Seokjin no apreciara su amabilidad, todo lo contrario; sin embargo, le daba rabia no acostumbrar a llevar ropa como lo hacía ella. Pero es que... era incapaz.

Estaba acostumbrado a pasar inadvertido y le mortificaba la idea de parecer una prostituta de lujo.

you're mine • namjin [ADAPTACIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora