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Seokjin, que aún no había terminado de ponerse las zapatillas, pegó un salto al oír aquella voz.

-Tengo que ir a casa- respondió.
Estar a solas con Namjoon lo hacía sentirse incómodo.

Era demasiado grande, demasiado brusco, demasiado exigente, demasiado de todo.

Con él se sentía inestable y esa sensación no tenía nada que ver con el virus.

Namjoon volvió a extenderle las piernas sobre la cama y le quitó las zapatillas.

¡Mierda! ¡Tanto esfuerzo para nada! Le había costado mucho calzarse y no le hacía gracia tener que volver a hacerlo.

-Estás enfermo y vas a quedarte aquí -
afirmó con rotundidad mientras lo fulminaba con la mirada y hacía una mueca.
-No puedo. Mañana trabajo. Necesito dormir un rato.-
-No volverás al trabajo hasta la semana que viene por ahora. Ya llamé a mi madre y le dije que busque un reemplazo. -
Mantuvo un gesto de desaprobación mientras lo tapaba con el edredón y se sentaba sobre la cama; estaba atrapado

-Como no sabía si tu compañera estaría en casa, también me he tomado la libertad de agarrar tus llaves de la mochila para que mi asistente vaya a tu departamento a por algo de ropa.
-Pero...
-¡Deja de rechistar! ¡Se acabó la discusión! Voy a prepararte algo de cenar y te lo vas a comer. Después te irás a dormir.-

Se puso de pie y se marchó, pero sus órdenes se quedaron resonando en el espacioso dormitorio.

Seokjin se incorporó furioso y se preguntó si se atrevería a salir de un salto de la cama y cruzar la puerta de lo que parecía un piso. Un piso impresionante! El dormitorio era inmenso, y en él se combinaban los tonos canela y negro.

Dominaban el espacio una suntuosa alfombra color café y unos muebles de tonalidad oscura.

La cama era gigante y estaba encastrada en una base de hierro negro, sobre la que se apoyaba un dosel, que combinaba lo que a la vista parecía seda color canela y marron.

Era un cuarto precioso, oscuro y atrevido... Igual que su dueño.

¿De verdad este hombre pensaba que iba a quedarse ahi?

Si, era hijo de su jefa, que era una buena amiga, pero a él no lo conocía y ni siquiera tenía claro si le caía bien.

Era un mandón impaciente que daba por hecho que, cuando él decía «salta», todo el mundo saltaba.

Pero, por desgracia para él, Seokjin no estaba acostumbrado a recibir órdenes. Llevaba dirigiendo el rumbo de su vida desde que sus padres fallecieron y lo último que necesitaba era que un multimillonario dominante se dedicara a tomar decisiones por él.

A Él lo único que le interesaba del dinero era la estabilidad que ofrecía. Una vez garantizada esa seguridad, los caprichos que se pudieran comprar le daban totalmente igual.

Nadie echa de menos lo que no ha tenido nunca.

you're mine • namjin [ADAPTACIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora