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-Supongo que me gustan más los pelinegros altos y gruñones-
le dijo como si nada mientras sacaba los filetes del horno.

Namjoon se puso una manopla y esbozó una sonrisa cada vez mayor mientras le quitaba la bandeja a Seokjin y servía los filetes en platos.

Lo miró con los ojos entrecerrados tratando de averiguar si estaba coqueteando con el.
No tenía ni la menor idea.

Quizá solo estaba siendo simpático.

Al fin y al cabo, ni siquiera conocía a Jungkook y estaba viviendo en su casa.
En cualquier caso, el comentario de Seokjin lo hizo sentir especial.

Nadie que lo hubiera comparado con Jungkook lo había considerado guapo, excepto quizá su madre.

Las personas que se acostaban con él lo hacían por motivos económicos; se trataba de un acuerdo mutuo que le había convenido... ¡hasta ahora!

Con Seokjin era otra historia. Su instinto le advertía de que llegar con él a un trato similar lo mataría por dentro.

Cuando se sentaron a la mesa del comedor, Seokjin se acordó de que tenía que darle una cosa.

-Tengo algo para ti.-
Casi suelta una carcajada al ver la reacción de Seokjin, que frunció el ceño, negó con la cabeza y respondió:
-Namjoon, no voy a aceptar nada más. Ya has hecho bastante por mí. Demasiado.

Aunque a él no le parecía que hubiera hecho bastante, se limitó a replicar:
-Esto sí lo aceptarás.
-¡no!

Le daba gracia cuando se ponía tan terco. Hizo la silla hacia atrás y se metió la mano en el bolsillo delantero de los jeans. Extendió la mano pero, como Seokjin seguía negando con la cabeza con obstinación, dejó el objeto sobre la mesa.

-Dios mío... - susurró Seokjin con una voz llena de asombro y deleite.

Tomó el anillo con dedos temblorosos y se lo puso despacio
-¡El anillo de mi madre! Pensé que no volvería a verlo. ¿Dónde lo encontraste?

-En una casa de empeños-
respondió satisfecho de haber hecho que sus empleados rastrearan la zona hasta encontrarlo.
-Sabía que era la única cosa que te había entristecido perder.

-No tiene mucho valor, pero para mí significa mucho. Es lo único que tengo de mi madre.- Estaba tan emocionado que se le quebró la voz.

Namjoon no le confesaría jamás que su compañera tan solo había sacado un par de dólares a cambio de la sortija que ahora llevaba en el dedo.

Era un anillo con una diminuta amatista en el centro. Tenía muy poco valor, pero Namjoon sabía que a Seokjin le dolía haberlo perdido.
-Me alegra que lo hayamos encontrado.

Namjoon ni lo vio venir. Seokjin se levantó de la silla de un salto, posó su apetecible trasero en su regazo y le rodeó el cuello con los brazos.

Lo sujetó por la cintura para que no se cayera mientras él lo cubría de besos: en la cara, en el pelo...en lo que se le pusiera por delante.

Namjoon sentía el perfume dulce, la dicha que emanaba de su cuello.

-Gracias, Nam. ¡Eres el hombre más maravilloso del mundo!-

¡Dios! Le encantaba que estuviera tan emocionado, lo extasiaba haberlo hecho tan feliz, pero si no dejaba de rozar su irresistible trasero contra su regazo se acabaría corriendo con los pantalones puestos.

Al oler ese perfume dulce, tan delicioso le entraban ganas de devorarlo hasta el último centímetro.

you're mine • namjin [ADAPTACIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora