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Tres días después Namjoon garabateó su firma en el último de los documentos que su secretaria había apilado sobre la mesa esa misma mañana.

Tiró el bolígrafo dorado con más fuerza de la necesaria sobre el montón de papeles que prácticamente llegaba al techo y se reclinó en la butaca de cuero suspirando frustrado mientras pensaba cuántos días más podría aguantar la tensión que había entre Seokjin y él.

«No nos acostamos juntos. No nos tocamos. No me despierto con su irresistible cuerpo abrazado al mío como si fuera una sábana de seda».

¡Mieda! Hacía tres días se había levantado con la impresión de que aquella sería la mejor mañana de su vida, pero, por desgracia, lo que había ocurrido en el desayuno había convertido aquel día en uno de los peores de su vida.

Seokjin había querido hablar de lo sucedido la noche anterior.
Él, no.

Se había mostrado más que dispuesto a hablar sobre lo que había pasado después de que le diera el ataque, a comentarlo y a repetirlo, pero del ataque en sí... no, de eso no había tenido tantas ganas de hablar.

Se peinó con los dedos y se reclinó en la butaca tratando de relajar el cuerpo. En realidad la distancia que había entre los dos no era culpa de Jin. No del todo.

Seokjin no se había tomado mal que él no tuviera ganas de hablar del tema, de hecho, le había dedicado una de sus dulces sonrisas y le había dicho que esperaría hasta que estuviera listo para hacerlo, pero entonces..., justo cuando él estaba pensando que posiblemente Jin se haría viejo antes de que él pudiera contarselo, había soltado la bomba:

«No puedo hacer el amor contigo, Namjoon. No hasta que confíes en mí lo suficiente como para contarme lo que ocurrió. No puedo».

Entonces, después de haberle puesto el mundo al revés con aquel comentario, lo había besado en la frente como si fuera un niño pequeño, le había deseado un buen día y se había ido contoneando su lindo trasero. Y todo eso lo había hecho sin borrar la sonrisa. Alucinante.

En su favor había que decir que no le había puesto las cosas difíciles, ni había levantado la voz, ni había montado un escenita.

¡Ojalá lo hubiera hecho!

Lo único que le molestaba de verdad era que él sí confiaba en Jin. Lo que pasaba es que no quería hablar de ese tema.

-¡Que cara! ¡Ni que estuvieran a punto de llevarte a la horca! ¿Qué te pasa, hermanito? ¿Te empiezas a aburrir de Seokjin? Porque en ese caso a mí no me importaría...
-Si lo tocas, te mato. - Namjoon se echó hacia delante, posó los puños apretados sobre la mesa y, mientras contemplaba cómo su hermano se paseaba por el despacho, lo amenazó con una mirada asesina
-¿Es que no sabes llamar a la
puerta?-

Sabía que Jungkook solo estaba intentando hacerlo enojar. En realidad su hermano jamás volvería a acercarse a Seokjin. Se lo había jurado y perjurado cuando había ido a pedirle perdón por lo que había hecho en la fiesta. Sin embargo, eso no le impedía utilizar el tema para sacar a Namjoon de sus casillas.

Jungkook le dedicó una sonrisa vanidosa y se sentó en una silla delante del escritorio
-¿Por qué iba a hacerlo? Soy el dueño de la empresa.

Namjoon pensó que lo único que era peor que compartir la propiedad de la empresa Kim con Jungkook era que sus despachos estuvieron en el mismo piso.
-La última vez que lo comprobé yo también era el dueño - repuso de mala manera, pues no estaba de humor para las boludeces de su hermano mayor.
-Soy mayor que tú. Por lo tanto, tengo más antigüedad.

Jungkook puso los pies encima del escritorio de Namjoon, que esperó con paciencia aque su hermano se acomodara en la silla. Namjoon se inclinó hacia delante y pegó un brusco manotazo a los zapatos de cuero italiano, que volaron por los aires.
-¡No pongas tus apestosos pies en mi escritorio!

you're mine • namjin [ADAPTACIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora