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A la mañana siguiente, Seokjin se despertó sintiéndose pleno.

No tenía ni idea de dónde diablos estaba hasta que se acordó del incidente que había sufrido en la calle y de cómo Kim Namjoon había aparecido de la nada para rescatarlo.

¿Estaría en la casa o se habría ido al trabajo?

Salió de aquella cama inmensa sin hacer el menor ruido y asomó la cabeza por la puerta del dormitorio.

Reinaba un silencio sepulcral.

Tomó una bata de seda negra que con toda seguridad sería de Namjoon, abrió la puerta que había en el otro extremo de la habitación y se sintió aliviado al encontrarse con un baño.

Cerró la puerta y se desnudó rapidamente dejando caer la ropa a los pies.

Se moría por pegarse una ducha ¡y por tomar un café!

Después de bañarse se sentía más decente.

Se puso de nuevo la bata de Namjoon y se quedó mirando con anhelo el cepillo y la pasta de dientes que había sobre el mármol, junto al lavabo doble. No sabía qué hacer porque no quería invadir su privacidad, pero se moría por lavarse los dientes, así que empezó a abrir armarios hasta que encontró un cepillo de dientes nuevo, aún envuelto en el plástico.

Luego de cepillarse tomo el peine de Namjoon. Entonces se le pasó por la cabeza que quizá le molestaría que usara sus cosas, pero ya era demasiado tarde.

«Siéntete como en casa, Seokjin».

¡Cómo si un lugar así se pareciera en algo a su casa! Todo era tan lujoso que se sentía un poco abrumado. Suspiró contemplando la bañera ovalada, ¡lo que daría por meterse una hora o dos en esa gran bañera!

No era materialista, pero sabía apreciar una bañera de ese calibre.

En su piso solo había una ducha minúscula y era consciente de que no podría pegarse un buen baño hasta que acabara la carrera y tuviera un piso para el solo. «Tendrá bañera». En ese preciso momento decidió que sería uno de los requisitos de su futuro hogar.

Se dio media vuelta para no caer en la tentación de meterse en aquella gigante bañera, se ajustó la bata y recogió del suelo la ropa y la toalla, tratando de no imaginarse el fornido cuerpo desnudo de Namjoon introduciéndose en el agua.

«¡Eres idiota! Deja de fantasear con el hijo de tu jefa, busca tu maldita mochila y sal corriendo de esta casa».

Vaciló al salir del dormitorio, pues no sabía hacia dónde tenía que dirigirse. El piso era enorme.

Al otro extremo del largo pasillo había varias habitaciones de invitados decoradas con un gusto exquisito.

Avanzó por el corredor y entró en un espacioso salón que lo dejó boquiabierto: el techo parecía el de una catedral y tenía unos muebles preciosos de cuero.

¡Jamás había visto una TV tan grande! La pantalla ocupaba la pared entera, parecía una sala de cine.

«¿Qué hago aquí? ¡Qué poco encajo en esta casa!».

Sus pies descalzos avanzaron por la aterciopelada alfombra hasta pisar un suave azulejo: había entrado en una cocina que sería el sueño de cualquier chef.

Combinaba los colores por completo, disponía de todos los utensilios que pudieras necesitar en algún momento de tu vida y varios que Seokjin ni siquiera supo identificar.

Divisó su mochila sobre la isla de la cocina, abrió el cierre y metió la ropa que le habían prestado, sin soltar la toalla que acababa de usar para secarse porque no sabía muy bien qué hacer con ella.

-¿Cómo te encuentras?

Un susurro inquisitivo interrumpió el silencio de la cocina y sobresaltó a Seokjin, que se ajustó la bata en el pecho con una mano temblorosa, mientras el corazón le latía cada vez más rápido.

Se giró hacia Namjoon, que lo contemplaba en silencio desde el umbral, con un brazo apoyado contra el marco de la puerta y una actitud desenfadada.

Tenía el pelo mojado como si se acabara de duchar, llevaba puesto unos pantalones deportivos que resaltaban los impresionantes músculos de sus piernas y un hoodie verde militar que marcaba sus enormes hombros y su ancho pecho.

Sus radiantes ojos recorrían una y otra vez el cuerpo de Seokjin y, a medida que lo hacían, su brillo aumentaba.

Arriba y abajo.
Arriba y abajo.

-Perdona. No tenía qué ponerme.-
Namjoon se encogió de hombros y se separó del marco de la puerta.
-A ti te queda cien veces mejor que a mí -
respondió con voz sugerente mientras
avanzaba hacia un armario que estaba al otro extremo de la cocina.

-Un café? «¡Claro que sí!».
Habría reaccionado con el mismo entusiasmo si le hubiera preguntado si tenía ganas de acabar la carrera. Era adicto al café.

-Sí, por favor. Si no es molestia.-
-Siéntate. Deberías guardar reposo.-
Namjoon se acercó a la isla de la cocina y Jin se sentó en un banco alto.

Lo contempló mientras colocaba una taza e introducía una cápsula en la cafetera.
La máquina cobró vida y el café estuvo listo en cuestión de segundos.

-Es el sueño de todo cafetero -suspiró Seokjin mientras Namjoon le acercaba una taza humeante.

-Espero que te gusten los sabores intensos -
comentó mientras sacaba leche de la nevera y la dejaba junto al azúcar delante de Jin -Es una mezcla con mucho cuerpo.

Seokjin inhaló el delicioso aroma que desprendía la taza humeante y comentó mientras se le hacía agua la boca:
-Huele delicioso.

Namjoon le ofreció una cucharita y, al tomarla, sus dedos se rozaron.

Una cálida sensación de hormigueo se propagó desde la mano de Seokjin hacia todo su cuerpo.

Namjoon estaba muy cerca, tanto que cuando extendió el brazo hacia las piernas de Jin, inhaló su aroma.

En el momento en que los dedos de Namjoon rozaron la seda que cubría las piernas de Seokjin la sensación de calor se dirigió como un rayo a su sexo, lo que lo dejó sin respiración.

-Me llevo esto - Dijo Namjoon tomando la toalla húmeda del regazo de Seokjin.

Al quitarle la toalla dejó que sus nudillos se deslizaran despacio por los muslos de Seokjin, que se estremeció al sentir ese ligero roce aparentemente involuntario.

you're mine • namjin [ADAPTACIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora