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Seokjin se mordió el labio al sentir el roce áspero de la esponja y jugueteó con sus pezones duros.
Se imaginó a Namjoon lamiéndolos y mordisqueándolos con delicadeza.

Se dejó llevar por esos pensamientos eróticos y por la excitación que sentía y acabó cediendo a los ruegos de su cuerpo: abrió las piernas y deslizó una mano por el resbaladizo muslo para sumergirse en una fantasía.

Si no podía estar con Namjoon en la realidad, al menos podría estar con él en su imaginación.

•••

«Ya no hay motivos para que Seokjin siga en casa».

Llamó a la puerta de la habitación y se le encogió el pecho esperando a que respondiera.

Merrick lo había llamado hacía apenas una hora para informarle de que la policía había detenido al agresor que andaba suelto, al otro miserable que había tratado de secuestrar a Jin.

Despotricando entre jadeos, abrió la puerta del cuarto, pero estaba vacío.

Suspiró aliviado al ver su móvil y su mochila sobre la cama. Estaba en casa, en algún lugar. Jamás salía sin su mochila.

«¿Lo sabe? ¿Lo habrá llamado ya el agente Weekes?».

Aunque sabía de sobra que no debería hacerlo, tomó el móvil para consultar el registro de llamadas. Solo había una reciente: Weekes lo había llamado hacía treinta minutos.
Había un mensaje en el buzón de voz, pero escucharlo le parecía pasarse de la raya y no lo hizo.

Además, ya sabía lo que decía el mensaje: estaba a salvo, los dos hombres que lo habían agredido estaban en la cárcel.

«Y la razón que lo obligaba a quedarse en su casa se había esfumado».

Tenía que contárselo. Aunque a veces se comportara como un egoísta, no podía permitir que Jin sufriera un solo minuto más pensando que un tipo que quería matarlo andaba suelto.

No había vuelto a tener pesadillas.
Al menos que él supiera. Todas las noches permanecía atento a los ruidos y dejaba la puerta de su cuarto abierta por si lo necesitaba. Y no lo había hecho.

Volvió a dejar el teléfono en la cama y tiró del nudo de la corbata hasta deshacerlo por completo, dejando que la prenda colgara del cuello.

Unos minutos antes, al llegar a casa, había dejado la chaqueta en la cocina. Mientras la incertidumbre caía sobre él como una nube negra, salió del dormitorio.

¿Se quedaría en casa aunque sus agresores estuvieran en la cárcel? Y si quisiera marcharse, ¿cómo iba Namjoon a permitirle hacer algo así?

«Eso no pasará. Es mío, ¡maldita sea!».

Apretó los dientes y siguió buscándolo por la casa mientras sentía determinación y miedo casi en igual medida.

Lo más probable era que estuviera en la sala de informática. Esbozó una tímida sonrisa, preguntándose si le daría para que le soltara pistas sobre MythWorld II.

Ese era el único juego al que jugaba, decía que los demás no eran tan interesantes y añadía otros comentarios para alabarlo por ser un genio y, de paso, para sacarle trucos.

Namjoon sabía que en el fondo no quería que se los dijera, por que entonces el juego perdería la gracia y dejaría de ser un reto. Si de veras quisiera saberlo, le bastaría con desviar esos ojos whiskey hacia él.

Una mirada inquisitiva de Jin sería suficiente para que Namjoon confesara todos los secretos del juego, los que él le preguntara y los que no.

Miró en la sala de informática, pero no estaba ahí. Seguro que se encontraba en el gimnasio.

you're mine • namjin [ADAPTACIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora