𝟐𝟔

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𝐊𝐈𝐍𝐆 𝐂𝐎𝐔𝐍𝐓𝐘


—¡¿Es en serio lo qué me vienes a decir?! —la verdad es que estaba molesta—. ¡Te digo que es lo que siento y ahora que me hablas es... ¿Para decirme que si voy con ustedes?!.

—Sí, y lo lamento, no he estado en todos mis sentidos últimamente —confesó.

—¡De eso ya me di cuenta, Rick!.

Y aquí vino doña pendeja a cagarlo todo, por hablar y no pensar.
"No hables, piensa" las palabras que me decía papá, pero por estar molesta con él... solamente hablé.

—¡¿Pero de verdad fue necesario dejarme de hablar?! —seguí reclamando—. Creo que no, ¡Porque también decidiste ni voltearme a ver!, de verdad que eres asombroso —me crucé de brazos.

—Sé que te debo una disculpa, y también sé que tenemos que hablar.

—¿"Tenemos"? tienes —escupí—. Yo ya hablé y te pedí que me escucharas, y lo hiciste, pero a lo que era realmente importante, pareció no serlo.

—¡¿Crees que no lo sé?! —alzó la voz—. ¡Cada día veo en la manera del poder decirte lo que tuve que hacer ese día, pero no puedo, no puedo! —confesó.

—¿Y prefieres ignorarme, no es así? —él no dijo nada—. ¡¿Por qué?! ¿Tan difícil era decirme "No estoy de acuerdo" o "no te apoyo", lo era? —tenía ganas de llorar, pero no quería hacerlo, no quería.

—¡No es eso!.

—¿Y entonces que es? —Él iba a hablar, pero antes de que pudiera decir alguna palabra, una tercera voz se hizo presente, Glenn.

—¡Hey!, ¿Pueden dejar de discutir? todos podemos oírlos —nos informó.

—Lo siento —me disculpé y ese se fue.

—Luego hablamos, ¿Vienes? —Asentí—. Te espero abajo.

Oh, claro que voy. Sabía muy bien a donde iríamos y no quería perdérmelo.


︻デ═一
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—No —papá ordenó y dejamos de agarrar las armas.

—¿Qué?.

—Vamos a esperar a que despierte, para ver que esté bien —anunció.

—¿Estás bromeando? —rodé los ojos.

—Intentó matarnos —Michonne recordó.

—Nos dijo que nos fuéramos. No sabíamos quien éramos.

—Intentó matarnos, y aún así no lo dejamos a los caminantes. No necesita la mitad de estas armas, y nosotros sí.

—Esperaremos a que despierte. Es todo.

—¿Acaso no viste este lugar? El hacha, las estacas, las paredes —le recordó aquellas cosas que no hace mucho habíamos visto.

—¿Crees qué está loco? —interrumpió.

Oh vaya, pero él más que tú.

—No, ni siquiera sé quien es —contestó.

—Lo conozco —informó.

—Pero no era así en ese entonces.

—Vamos a esperar a que despierte —sentenció.
Dejé las armas con mala gana y mi mirada se fue a un mapa pintado en la pared, me acerqué a él, era un mapa del pueblo.

MI CHICA RUBIA; beth greeneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora