𝟑𝟓

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𝐄𝐋𝐋𝐀


—Ahg, ¿Qué diablos es eso? —Glenn se quejó.

—Huele horrible —me tapé la nariz con la mano.

—¿Qué? —Maggie preguntó.

—Se levantó el viento, ya lo vas a oler.

—Ay, que es esa peste —Rosita se quejó.

—Lo que sea que huele así... no es nada lindo —Abraham se asomó a la puerta del camión de bomberos.

—¿No serán caminantes? —Zach comentó.

—No lo creo, no hay cerca —me crucé de brazos.

—No pararemos —el pelirrojo bajó del camión.

—¿Amm? ya paramos —Tara habló y empezamos a caminar—. Okey.

—Tenías razón —volteé a verlo, habíamos llegado y se podía ver perfectamente que habían demasiados caminantes, eso era la peste.

—Ya te dije, siempre tengo razón —una sonrisa victoriosa se formó en su rostro y rodé los ojos con diversión.

—Son demasiados —comenté y Glenn empezó a caminar a donde dejamos el camión.

—Vamos, no se puede —empecé a caminar con él.

—Abraham —Rosita lo llamó, paramos y volteamos. El pelirrojo no se movía, solo se quedaba viendo a los caminantes que habían adelante—. Abraham, hay que irse —él volteó a vernos.

—Esperen —nos detuvo.

—Debemos irnos —Maggie anunció.

—No —negó.

—¿Por qué? no hay forma de cruzar —Zach habló—. ¿Acaso no ves cuántos caminantes hay? —señaló.

—Nos será imposible, moriremos antes de empezar —lo apoyé.

—No, no es cierto —siguió negando—. No nos notaran desde aquí, no pasa nada. Estaremos bien.

—Sí, esto es la definición de "bien" —Tara habló.

—Necesitamos encontrar un rodeo —Glenn comentó.

—Olvídalo —el pelirrojo caminó—. Fueron rodeos y rodeos desde Huston hasta Georgia, y me harté. Se acabo —siguió en su negación, Glenn empezó a caminar hacia él.

—No vamos a pasar por ahí —señaló—. ¿Okey? No es una opción.

—Tienes mierda detrás de la puerta, hay caca detrás de la puerta b —habló al instante—. Si tienes suerte, son caminantes o un camión en llamas, pero vas a terminar arrinconado. Aunque te quedes terminarás matando. No vamos a volver.

—Lo que faltaba —murmuré y me crucé de brazos.


︻デ═一
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—No —Rosita habló y Abraham volteó a verla de inmediato—. Tienen razón —el pelirrojo volvió su vista a los miles de caminantes para luego caminar hacia nosotros y agarrar con fuerza a Eugene para empezar a caminar—. ¡Abraham!.

—¡Hey! —Glenn le llamaba.

—¿Qué haces? detente —Tara le habló pero no hacia caso.

—¡Oye, Déjalo! —Glenn siguió hablándole para que se detuviera.

MI CHICA RUBIA; beth greeneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora