𝐅𝐈𝐍𝐀𝐋

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Me desperté a causa de una brillante luz que llegaba a mi rostro, no recordaba absolutamente nada solamente de la gran cantidad de caminantes que llegaron a Alexandria.

De repente algo se puso interpuso entre la luz, una persona.
Como estaba a contra luz no podía distinguir de quien se trataba, pero me pude percatar que no me encontraba en la habitación donde solía dormir, sino en la prisión. En la celda en donde dormía.

Supongo que es un sueño, hace tiempo que esta explotó y también porque después de eso sueño con todo lo que he pasado, los lugares, las personas, cosas significativas.

—Veo que ya despertaste —esa voz familiar sonó y supe de quien se trataba.

—¿Merle? —me senté sobre esa litera, que ahora ya no lo era—. ¿Eres tú?.

Sí, dije que ya sabía quien era, pero como soy tan mensa tuve que preguntar.

—Ese mismo —se sentó.

—Te extraño bastante —lo abracé, sé que a él no le gustan las muestras de afecto pero no perdía nada con intentarlo—. Solo acá te puedo abrazar, hablar —se separó de mi con una cara de confusión.

—¿"Solo acá"? —preguntó con un poco de gracia y asentí.

—Sí, en mis sueños —ese río, tal y como siempre lo hacía—. ¿Qué pasa? —pregunté confundida.

—¿Un sueño? ¿Eso crees que es? —asentí con duda.

—¿Acaso no lo es? —pregunté con mucha atención.

—No —dijo y como por arte de magia vi toda mi vida pasar, desde el comienzo

*Flashback*

—¡No soy tu madre, deja de decir eso! —Sandra me gritó.

—No te seguiré soportando, harás lo que yo te diga.

—¡No! ¡Mamá! —le gritaba mientras aquella señora me llevaba—. ¡Por favor! ¡No me dejes acá! —Esa no se dignó a voltear—. No volveré a molestarte.

—Hola, soy Kiara —aquella niña de cabello rubio me extendió su mano.

—No puedes estar despierta —aquella mujer me llamó la atención.

—¡Todos ustedes son unos idiotas! —les grité mientras salía de la habitación manchada de pintura.

—No puedes estar diciendo esas palabras, no está permitido —la joven muchacha me regañó—. Te quedarás acá.

—¿Si me he portado bien estos meses? —le pregunté a la señora.

—Hola, me llamo Rick y ella es mi esposa Lori —aquél hombre se presentó.

—Pensé que eras mi amiga —le dije a la rubia.

—Soy Lexie —me presenté a los señores después de unos días.
Claramente ellos ya sabían.

—Soy Carl —se presentó un niño pequeño.

—Lexie, ya levántate —Rick me despertó.

—Gracias —agradecí al señor por llevarme al parque.

—Feliz cumpleaños —felicité a Lori.

—Moriste —Carl dijo burlón.

—¡Mamá, papá! —llegué corriendo a la casa con una sonrisa y esos me miraron sorprendidos—. ¡Saqué 10!.

MI CHICA RUBIA; beth greeneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora