𝟐𝟓

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𝐂𝐎𝐍𝐅𝐄𝐒𝐈𝐎́𝐍

—Vaya, vaya, vaya. Miren a quien tenemos acá, a la reina Isabel —Merle habló mientras iba hacia él.

—¿Puedes guardar silencio? —rodé los ojos.

—Oh, es cierto. Te convertiste en lo que más odiabas —lo miré confundida—. ¿Ahora eres la nueva Shane? —fruncí el ceño—. Oí tanto de ti, y al parecer era cierto —dijo para luego reír.

—Jódete, Merle —le enseñé el dedo de en medio—. Pensé que estabas muerto.

—Ay, que linda —dijo sarcástico—, estabas preocupada por mi. Que mierda eres.

—¿Perdona?.

—¿Quieres qué te recuerde que fue lo último que me dijiste el día que me abandonaste en ese techo?.

—Iba a volver por ti, aquél día me separé de los demás. Llegué dos días después al campamento, y cuando por fin estaba allí me dijeron que te fuiste y que te cortaste la mano —expliqué.

—Que atenta —y otra vez, usó el sarcasmo—. Sabes qué, metete tus explicaciones por donde más te entre —escupió.

—Jódete, Dixon —me di vuelta e iba a empezar a caminar hacia las celdas pero no lo hice—. De verdad pensé que estabas muerto —no lo volteé a ver—. Al principio no lo quería aceptar pero finalmente lo hice, aunque muy en el fondo quería sentir que seguías con vida... y me da gusto que estés acá —finalicé y empecé a caminar lejos de allí.

︻デ═一
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Ya es hora de decirle, no es tan complicado, ¿sabes?.
Solo es decir: "Hey, Beth. Me gustas" y la besas.
Pan comido.
¡No! ¡No la beses! ¡No hoy!.

—Hola —me paré en frente de su celda.

—Hola.

—¿Puedo hablar contigo? —estaba demasiado nerviosa, sabía lo que tenía que hacer.

—Oh, si claro. siéntate —me senté alado de ella—. ¿Pasa algo malo? —parecía preocupada.

—No, para nada —sonreí pero al momento se me borró por los nervios.

—No parece, ¿Estás segura que está todo bien? —siguió preguntando.

—Por supuesto, no hay de que preocuparse —respondí tratando de ocultar mi nerviosismo.

—Entonces, ¿De qué quieres hablar? —se acomodó.

—Es más bien lo que yo te quiero decir, no es que tengamos que hablar o que tú tengas para decirme —mis manos empezaban a temblar por los nervios, como siempre, ella puso sus manos arriba de las mías y tuve más nervios.

¡Carajo, se hace más difícil!.

—Lex, dime que pasa —dijo tranquila pero en un tono preocupada.

—Beth... tú me gustas —solté

¡Sí, por fin lo dije! ¡SE LO DIJE!

Ella quedó atónita ante mi confesión, no lo negaré, yo también. Diría que no fue tan difícil, pero luche tanto, que al final decía frases torpes.
Y antes de que ella pudiese decir algo Carl interrumpió:

—¡Papá, es Andrea! —informó

Y en menos de un minuto ya estábamos afuera.

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MI CHICA RUBIA; beth greeneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora