Empapados los cuatro

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Era entrada la noche en la playa cuando todo pasó

Siempre debe ser en la playa, porque la belleza de mi ciudad no es otra que la bahía extendida a todo lo largo y la tormenta de sus aguas que nos empapan como huérfanos de esta tierra.

La fiesta había comenzado pronto. No recuerdo si recordaba mi nombre cuando el atardecer empezó a caer sobre nosotros y el sol, teñido con los colores del otoño, decidió besar la bahía.

Las olas se rompían en los riscos y su espuma lamía nuestros pies desnudos. Voces y sombras se hacían presentes a lo lejos, y más cerca también.

¿Era el alcohol ? ¿ Acaso tenía que ver con la compañía ? ¿ Había algo de diferente en aquel cigarro que había respirado como el último aliento de mi vida ?

— Les pido perdón. Olvidaba que nunca necesité una excusa para ser mujer

Y en medio de esa especie de acantilado, una extraña humedad comenzaba a hacerse sentir entre los dedos de ellos.

Ardían las miradas indiscretas recorriendo los cuatro cuerpos que yacían en la piedra dura sin pudor ninguno, como si todo lo que allí ocurría pasase dentro de una burbuja de impudores

Al amanecer, eran cuatro amigos fumándose un último cigarro a la orilla de la playa.

Un café en venusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora