Un café en venus

Tú que navegas entre galaxias

Y dime, con la anchura de este universo nuestro

¿Qué hacías aquella noche superpuesto en la forma exacta para atraerme a ti?

No, no lo niegues, no mientas, no me culpes, yo no soy esa clase de chica, alguna especie de hechizo debiste lanzar sobre mí, no cuenta culpar a tus encantos superficiales ni la maestría con la que trabajas tú síntesis de coqueteo

Aquel día, lo recuerdo bien, quizás acompañe mi memoria hasta el último aliento, porque mi alma se humedecía con el rocío de una madrugada en que los segundos quemaban, rasgaban, dolor, siempre es lo mismo.

Solo queda sonreírle a los astros y asumir que cada vez que nos perdemos, siempre hay alguien esperando tomar nuestra mano del otro lado del abismo, pero hay que saber verlo, si no hubiese levantado la vista con valentía, jamás me hubiese encontrado lanzada de bruces al fondo de tu mirada

¿Sabes lo que más me atrajo de ti? Que no te tenía pensado, eres una de esas pocas cosas en la vida que no he meditado antes de dejar abierta una puerta para ellas, tengo esa extraña y suicida manía de actuar por conciencia. Y tú, atrevido, venciste todos mis obstáculos y con una gracia digna de Nobel te cobijaste en este sitio dejado a mis delirios

Y dime, tú qué navegas entre galaxias y nombras los planetas, que estás dispuesto de aquella noche justa, en el momento preciso, en el lugar exacto, y con el don de encantar flagelando todas mis defensas, al punto, de que realmente jamás pude oponer resistencia, dime ahora ¿Cómo te saco de mi cabeza?