Sus manos arrastran por mis caderas delineando cada curva por encima de mi falda borgoña. Las piernas me tiemblan sabiendo lo que les espera. Elevo un poco la pelvis para ayudar a que levante levemente mi falda haciendo que se enrolle sobre mis caderas creando una masa de tela alrededor de ellas. Me da igual todo. Solo puedo fijarme en sus ojos azules y sus manos recorriendo los costados de mis piernas.
Doy gracias mentalmente a Savannah por haberme comprado esa ropa interior de encaje de la que llevo toda la noche quejandome.
- ¿Qué es lo que te gusta? -pregunta en susurro clavando la cara en la curva de mi cuello.
Su mano se pone sobre mi ropa interior pasando su palma por ella. No soy capaz de responder. Mi respiración se corta al tener sus dedos jugueteando con el encaje que cubre mi jardín de las delicias. El corazón me late acelerado ante nuestra cercanía.
Su aliento en mi clavícula es muy cálido y sigue oliendo a menta de un modo suave.
Mierda. Creo que cada vez que vuelva a oler un chicle me pondré húmeda.
- Dime -insiste mirandome a los ojos de un modo que me mata.
Ya estoy gimiendo y solo acaricia mi ropa interior. Si sigue tocando creo que moriré.
¿Se puede morir de un calentón? No tengo ni idea, pero si es así mi última voluntad es que digan que morí felíz.
Volviendo a esta deliciosa situación... ¿Qué me gusta?
La verdad no tengo ni idea. Solo he hecho el amor tres, escasas y sosas, veces. La primera fue con mi novio del instituto, Roy, un nerd adorable y tímido del que estaba embelesada También era su primera vez, así que fue un poco patético, bonito pero patético. Ninguno sabía como actuar ante la sexualidad, así qe nos dejamos llevar. Fue muy doloroso por mi parte, por otro lado, la suya fue una gran experiencia, según me dijo. Todo hay que reconocerlo, su cara de amor valía la pena.
Después lo había hecho dos veces con Brody. ¿Qué decir del micro pene? También fueron dolorosas a la par de sosas y aburridas. Solo se dedicaba a ir al grano, desenfundar la espada y a la conquista de tierras desconocidas. Por si alguien no se ha dado cuenta, mi entrepierna era la tierra a conquerir.
Mi vida sexual, hasta el momento, es deprimente.
Soy una chica de diecinueve años que no sabe lo que la excita. Bueno, realmente si sé lo que me parece erotico, y eso es él. Miles es el único que me tiene cachonda pérdida solo con una pequeña sonrisa.
- T-tú no pares -balbuceo dejando caer mi espalda.
Sus frías manos se ponen en mis caderas bajando poco a poco mis braguitas negras. Unos escalofríos recorren mi cuerpo. Cuando mi ropa interior toca mis tobillos, la empujo con los pies. Molestan demasiado. Mi pecho sube y baja con una respiración pesada y profunda ante su atenta mirada del color de -
¿A quién le importa el color? Todos sabemos que su mirada mojabragas es azul.
Miles no para de analizar cada uno de mis movimientos y eso hace que este sonrosada y nerviosa. Tanto tiempo soñando con este momento y estoy nerviosa. Sin bragas, pero nerviosa.
Sus dedos se enrollan alrededor de mis tobillos levantando mis piernas para abrirlas un poco más. Cierro los ojos al sentir una corriente de aire en un sitio donde no debería pasar tanto aire.
Estoy jadeando demasiado; me recuerdo a mi misma.
Ay, mamá. Esto va a pasar. Voy a tener sexo con el dios de las nalgas de oro.
Sí, ¡por fin!
- ¿Así? -pregunta acariciando con una mano mi entrepierna.
Sus dedos palpan la zona externa y mis puños se aferran a las sábanas. Santo cielo.
¿Esto es lo que se siente con una masturbación? Ojalá no pare nunca.
- Responde -insiste deslizando un dedo suavemente.
Joder. Que bien se siente.
Miles se desliza una y otra vez haciéndome curvar inconscientemente. No puedo contenerme. Sus frías manos se calientan poco a poco con la fricción.
- Así -mis mejillas no pueden estar más rojas y mis labios más separados cuando empiezo a jadear-. N-no pares.
Su sonrisa crece y aumenta un poco el ritmo. Se mueve con mucha facilidad, y eso me encanta. Todo me da vueltas. Mis músculos no pueden estar más tensos sintiendo su falange dentro.
- Miles -gimo su nombre.
Esto es increíble. La sangre bombea por mis piernas haciendo que se me entumezcan.
Decido cerrar los ojos para disfrutar de él.
- Si te hago daño me avisas -susurra.
Otro dedo se une a nuestro juego haciéndome delirar. Se comporta como un genio de la música y mi entrepierna su piano.
Lo escucho gemir al mismo compás que yo. Ni una palabra sucia, ni un comentario sexista; simplemente dos de sus elegantes dedos en mi interior mientras empiezo a mecer las caderas queriendo un poco más.
Mis músculos están tensos. Cada vez me siento un poco más arriba, y más, y más hasta no aguantar y derretirme alrededor de la mano del hijo de mi jefe.
Sigo con los ojos cerrados intentando memorizar cada sensación. Nunca había experimentado nada parecido. Me siento en una nube de felicidad.
Es el primer orgasmo de mi vida y es maravilloso.
Mi cuerpo está relajado y se siente pesado. A penas puedo moverme y respirar con normalidad.
- Miles -susurro buscándolo con las manos pero sin abrir los ojos.
- Estoy aquí -escucho justo un intante antes de notar algo que desprende calor muy cerca de mi pecho.
Sin abrir los ojos sé perfectamente que su rostro está casi tocando el mío. Nuestros alientos están fundidos en uno solo mientras mis respiraciones se normalizan. Aún no me puedo creer lo que ha pasado. Estoy completamente vestida (a excepcón de mis bragas que están en el suelo y mi falda subida hasta mi cintura) en el futon de la casa del árbol del hijo de mi jefe con él sobre mi después de masturbarme y darme mi primer orgasmo.
¿Es esto un sueño, Santa Claus?
- Estás un poco callada.
Río. Realmente me estoy riendo.
- ¿Te parece gracioso? -su nariz roza casi de un modo imperceptible la mía.
- Un poco.
Mis manos se enredan tras su cintura presionandolo contra mi vientre.ël también ríe contra mi boca. Me gusta esta sensación.
- Creo que es mi turno -presiono los labios sobre los suyos.
Ese pequeño beso se vuelve uno desesperado en el que él sostiene mis manos por encima de mi cabeza. Me siento indefensa, pero por el helado que me encanta sentirme así. Bajo él.
- MIles -gimo en su boca-, la camisa.
Con una sonrisa picara empieza a jugar con el borde de mi blusa. Siento unas pequeñas cosquillas.
- La mía no, la tuya -cierro los ojos intentando no burlarme.
Se revuelve el pelo con sus largos dedos, dejándolo desordenado y sexy. Lo siguiente que pasó fue que su camisa voló a alguna parte. Sus labios volvieron al ataque hasta que un ruido nos detuvo haciendo que instintivamente nos tapemos con la pequeña manta que hay en el suelo.
Mierda. Nos han pillado.
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Hola queridas lectoras. ¡He vuelto! ¿Os ha gustado?
No tengo mucho tiempo para hacer la nota, así que solo quiero agradeceros vuestro apoyo y pediros que votes y comenteis el capítulo para saber que os ha parecido todo este despliegue de hormonas.
La semana que viene no subiré por que empiezo exámenes, pero prometo que la espera valdrá la pena.
Besos.
Ina.
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Las 10 reglas sobre el sexo [L10RSES] ©
ChickLitLara White es una chica que, después de descubrir a su novio siéndolo infiel, decide darle un cambio a su vida: ser más espontanea, más atrevida, más lanzada. Gracias al trabajo que su madre le ha obligado a aceptar, conoce al hombre de sus sueños...