Al salir del apartamento de Miles pongo la mano sobre mi pecho intentando normalizar mis hormonas alteradas por sus labios.
Que bien besa el muy tonto.
Haciendo un pequeño baile feliz camino hasta en ascensor, una vez dentro, salto con mucha más energía.
— Oh, si. Miles en su cama me meterá —canturreo—. Muy duro me dará —me invento la melodía sobre la marcha—. Por que la tiene del tamaño de Al....
Callo cuando las puertas del ascensor se abren mostrando a una niña de unos siete años que me mira raro. Tiene los ojos entrecerrados en mi dirección analizándome, se da media vuelta y se aleja por el pasillo.
— Mamá, hay una loca en el ascensor —escucho a lo lejos.
Cuando las puertas del ascensor se vuelven a cerrar, continuo con mi baile.
—...del tamaño de Alaska —tarareo saliendo del edificio.
Estoy feliz, eufórica, enérgica. Nada puede estropear mi día.
Mi coche destaca dentro de este barrio tan céntrico, creo que es el más antiguo de la calle, pero me da igual, por que yo me he besado durante horas con Miles y ellos no. ¡Já!
En poco más de un cuarto de hora llego a la casa en la que me crié, pese a ser demasiado pronto para el almuerzo he decidido venir a pasar un rato con mi madre.
Abro la puerta con mis llaves, e inmediatamente siento olor a palomitas con mantequilla recién hechas. Camino rápido por el pasillo para buscarlas, mamá hace las mejores palomitas del mundo.
Al llegar al salón me la encuentro en el sofá comiéndoselas ella delante de la tele.
— ¡Dame!
Se gira a mirarme sorprendida, su primera reacción como madre es soltar el bol y correr en mi dirección a darme un abrazo. Hago un puchero mental, yo quiero palomitas pero mamá no me suelta.
— Que pronto llegas, Lawhi —aprieta mis mofletes camo si aún fuese una niña.
— Quería pasar un rato contigo.
— Y la vecina decía que cuando crecieras te olvidarias de mi —niega con la cabeza—. ¡Já, en tu cara, Peterson!
Mi madre y la vecina siempre están compitiendo, dicen ser amigas, pero siempre se lanzas dagas la una a la otra. Ella es una estirada y mi madre es un espíritu libre.
— Quiero palomitas.
Mi madre me mira raro, acerca su cara a mi y arruga la nariz haciendo algo que no comprendo.
— ¿Hueles a hombre?
Empiezo a toser como loca para eludir la pregunta, rápidamente me siento en el sofá y lleno mi boca de palomitas para evitar poder responder.
— Lara... —su tono de voz es de advertencia.
Mierda. Necesito inventarme una excusa creíble para explicar por qué huelo a Miles, aún que también podría contarle que el hijo de mi jefe, para el cual trabajo gracias a que ella me consiguió el empleo, un día me lleva a casas del árbol y me masturba, para al día siguiente invitarme a su casa y besarnos durante horas.
— Vale, huelo a hombre —confieso—. Savannah se ha equivocado y ha comprado desodorante masculino, me daba pena tirarlo.
Miento cómo una bellaca.
— Tus amigas son casi tan descabezadas como tú.
No voy a hacerme la ofendida, soy un desastre, y ella lo sabe mejor que nadie.
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Las 10 reglas sobre el sexo [L10RSES] ©
Chick-LitLara White es una chica que, después de descubrir a su novio siéndolo infiel, decide darle un cambio a su vida: ser más espontanea, más atrevida, más lanzada. Gracias al trabajo que su madre le ha obligado a aceptar, conoce al hombre de sus sueños...