Capítulo 13.

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Las manos me empiezan a sudar y quiero salir corriendo en dirección contraria a ellos. Solo a mi se me ocurre decirle a una mujer lo bueno que está su hijo.

“Al menos no lo has llamado ‹El dios de las nalgas de oro› frente a ella” —me recuerda mi yo sensata.

Gracias al cielo que no he usado el apodo de Miles. Al fin algo no me sale del todo mal.

— He venido almorzar contigo, pero me he entretenido hablando con —la madre Miles mira mi pecho fijándose en la placa con mi nombre— Lara. Me ha caído muy bien, es muy simpática.

¿Esa mujer disfruta avergonzandome?

— Yo también estoy a gusto con su trabajo —comenta Miles sonriendome de lado.

Reprimo las ganas de moderme el labio.

“Claro que estás contento con mi trabajo, si en cuanto nos despistamos a tu lengua y la mia les da por bailar un tango” —dice la Lara pícara.

— Bueno, cojo unas cosas y vamos a comer —Miles le da un beso en el pelo a su madre y se va a su despacho no sin antes darme una mirada.

Casi se me escapa un Aw al ver lo tierno que es con su madre.

— Hijo, ¿te importaría si invito a Lara? —pregunta la señora mirándome.

El rubor sube a mis mejillas delatando que estoy avergonzada y nerviosa.

— No hay problema —responde a lo lejos.

Me dedica una mirada pícara que no parece propia de una madre. Está esperando una respuesta, realmente lo está haciendo. Maldita señora. Ha hecho que me ponga como un semáforo. Ya no me cae tan bien como antes.

— No puedo —fuerzo una sonrisa de disculpa—. Iré a comer a casa de mi madre.

Mentira. Una mentira como una casa.

— Dile que se venga.

Oh. No, no, no. Eso sería ir provocando a lo tonto. Incluso parecería una comida para conocer a las suegras y eso es casi bizarro teniendo en cuenta que Miles y yo solo nos hemos besado en contadas ocasiones.

Creo que esa señora me va a traer muchos problemas y quebraderos de cabeza.

— En otra ocasión —doy un paso para atrás alejándome gradualmente.

— Te tomo la palabra, hija —me guiña un ojo.

Huyo a la sala de personal alejándome de esa torturadora psicológica respiro hondo un par de veces antes de abrir los ojos. Mi vista se posa bolsa con la ropa de Miles colocada junto a mis cosas. Quizás debería entregársela.

Tomo otra bocanada de aire y la cojo encaminandome a su despacho. Necesito poder hablar con. Debo acercarme hasta que tengamos la suficiente confianza como para pasar una noche juntos. Joder, nunca se me ha dado bien ligar. Me quedo plantada delante de la puerta intentando conseguir el valor suficiente para no quedar como una tonta con la excusa de la ropa. Mierda. Estoy muy nerviosa. ¿Y si simplemente entro y lo beso? A partir de ese punto podría improvisar algo.

Estiro mi mano para girar el pomo, pero la puerta se abre dejando ver a Miles.

— Uh. Hola —intento disimular mi sorpresa.

— Hola.

Da un paso atrás invitandome a entrar a su despacho. Camino con falsa seguridad y me siento sobre el casi vacío escrito del hijo de mi jefe.

— El otro día nos olvidamos de la ropa —suelto una risa levantando la bolsa con un dedo.

— Cierto —sonríe y coje la bolsa.

Las 10 reglas sobre el sexo [L10RSES] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora