-Podríamos tomarnos el resto del día libre e ir a otro sitio a hacer algo más productivo...
-¿Cómo que?-pregunto con una ceja encarnada.
-Como...-se rascabla barbilla, los músculos de su brazo se mueven, creo que es lo único que me estoy concentrando.
Mis dientes quieren rasgar su camiseta hasta hacerla añicos dejando a la vista esos músculos que tanto toqué ayer.
-Cómo comer el helado de menta con chispas de chocolate que está en mi congelador.
Mis labios se estiran en una sonrisa coqueta, doy un paso enfrente acercándome tanto que puedo sentir su olor sin llegar a tocarlo, viendo como me observa.
-Tendrás que mejorar tu oferta, Milly -me cruzo de brazos chula-, también tengo helado en mi casa. Ofreceme algo mejor.
Parece sorprendido por mi comentario, pero sólo suelta una leve carcajada, casi imperceptible. Sus ojos brillan con cierta diversión analizándome.
-Soy un caballero, no me gusta decir mis intenciones en público.
-Pues yo soy una chica que no acepta tu proposición y se vuelve al trabajo -giro sobre mis talones, Miles sostiene mi brazo volviendo a ponerme cara a cara con él, clavando sus azules ojos en los míos grises-. Eres un jefe muy malo, a este paso vas a arruinarte.
-No creo -ríe.
-Te vas a arruinar y no vas a tener helado con que convencerme -digo chula.
Los dedos de Miles apartan un mechón de pelo de mi rostro, contengo la respiración durante el instante en el que su meñique roza mi labio superior.
-Pero tengo más cosas con las cuales convencerte -dice en susurro.
Vaya si tiene cosa con que convencerme, muchas cosas y casi todas ellas demasiado sucias cómo para decirlas.
Mi respuesta es una pequeña y timida sonrisa que parece pillarlo desprevenido porque me observa con curiosidad. Es gracioso pensar que sonrío inocente cuando lo que mi mente me está suplicando es llevar a Miles hasta un ascensor y ser una niña mala con él.
-Estás sonrosada -toca mi nariz con la yema del dedo.
-Mentiroso -lo niego aún sabiendo que es real.
Su risa choca contra mi aliento, y malditamente adoro su olor a menta. El hijo de mi jefe va a besarme otra vez, no se lo voy a poner difícil, besa demasiado bien como para negarme.
La presión húmeda de sus labios sobre los míos me pilla desprevenida y levanto los brazos cómo si la policía me hubiese pillado en algo turbio. Miles ríe contra mi boca ante mi reacción, sus manos guían las mías tras su cuello para después pasar las suyas por mi cintura.
Atrapa mi labio inferior como si intentase que no me escapase, cosa que no entra dentro de mis planes. Mi cuerpo está amoldado al suyo, me pongo de puntillas intentado acercarme más, como si eso fuese posible. Mi boca se abre ante los leves roces de su lengua en mis labios, propicia algunas caricias a mi paladar, suaves y cálidas.
-¡Milly! -alguien grita.
Ninguno de los dos hace caso a esa voz y seguimos con los lenguetazos que están haciéndome temblar como gelatina.
Santo cielo, esto es un beso gelatina.
Algo golpea mi brazo, eso sí que hace que me sépare de Miles. Duele. Frunzo el ceño en dirección a mi brazo adolorido, una chica morena está junto a mi con el labio inferior temblando. Es un poco más bajita que yo, tiene el pelo oscuro, los ojos negros, una piel perfecta y almenos dos tallas de pecho más que yo. Es preciosa, realmente preciosa. Mientras su silueta recuerda a la de Scarlett Johansson, la mía recuerda a la de una tabla de planchar con culo.
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Las 10 reglas sobre el sexo [L10RSES] ©
ChickLitLara White es una chica que, después de descubrir a su novio siéndolo infiel, decide darle un cambio a su vida: ser más espontanea, más atrevida, más lanzada. Gracias al trabajo que su madre le ha obligado a aceptar, conoce al hombre de sus sueños...