Siempre pierdo todo lo que no quiero perder.
Todo lo que vale la pena desear es algo que pierdo en cuanto lo obtengo.
No vale la pena perseguir algo si con ello alargas una vida de sufrimiento.
Ésta historia es Dazai x Lectora.
Obra de mi propi...
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Su tranquila mañana tomando el desayuno mientras fingía prestar atención a las noticias de la televisión se vio opacada al recibir una llamada.
Observó el teléfono vibrar sobre su mesa un par de segundos hasta que lo levantó y respondió.
—¿Sí? —contestó al tomar un sorbo de café.
—Aoyama Serena —Se escuchó una voz masculina, monótona de parte del agente al otro lado de la línea —. Hoy trabajarás con el señor Dazai. Órdenes directas del jefe.
Sin esperar respuesta de su parte, el agente colgó, dejándola con su taza tocando sus labios, opacando su intento por beber otro sorbo.
Confundida, frunció el entrecejo mientras miraba la pantalla de su celular, buscando cierto contacto y marcando.
—Odasaku —dijo antes de recibir alguna palabra de su compañero —. ¿Sucede algo? Cambiaron mi puesto, trabajaré hoy con Dazai —colocó su teléfono en su oreja, sosteniéndolo con su hombro mientras abrochaba los botones de su camisa de vestir antes de levantarse de la mesa y prepararse.
—El jefe quiere verme —respondió de inmediato, se le escuchaba apresurado —. Supongo que será por eso —Seguido de eso, Serena escuchó una puerta cerrarse, deduciendo que se trataba de Oda subiendo a su auto —. Con Dazai, ¿eh? Suerte trabajando con un ejecutivo.
—Gracias —respondió con sorna y una sonrisa irónica antes de colgar.
Se mantuvo viendo a la nada mientras mordía la esquina de su labio inferior, gesto característico de la azabache al pensar con detenimiento.
Salió de trance y sacudió su cabeza un par de veces.
Se dirigió a la salida mientras ajustaba los tirantes de su camisa y la funda de su arma en la parte trasera de sus caderas. Ya en la puerta de su apartamento, se puso sus características botas ajustadas hasta sus piernas.
Al salir a la calle detuvo sus pasos abruptamente y pensó si Dazai sabía de ello. Y si lo sabía, ¿en dónde se supone que lo encontraría?
Detuvo sus pensamientos al recibir otra llamada. Sin esperar más, simplemente respondió.
—Serena —Se escuchó una voz jóven y tranquila del otro lado de la línea —. Espero que la noticia no te haya disgustado.
—Dazai —murmuró antes de aclarar su garganta —. Está bien. Eh...
—Tenemos que ir al puerto —dijo, respondiendo a la pregunta que Serena no alcanzó a formular —. ¿Quieres que envíe a alguien por ti?
—No... —miró a su alrededor, siendo incapaz de encontrar algún transporte público cerca —. Si —suspiró.
—Bien, estarán ahí en unos minutos —dijo.
—Bien, nos vemos —Serena colgó primero y se mantuvo mirando la pantalla de su celular por un par de segundos hasta que reaccionó, atónita —. ¿Sabe dónde vivo?
