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Sus pasos resonaban en los alrededores de aquel estrecho callejón de algún lugar de Yokohama

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Sus pasos resonaban en los alrededores de aquel estrecho callejón de algún lugar de Yokohama.

El frío de la noche se hizo presente junto a los estruendos del cielo, los cuales llamaron su atención durante un par de segundos antes de bajar su vista y encontrarse con aquel letrero iluminado en rojo frente a ella.

Se acostumbró a que el olor a tabaco inundara sus fosas nasales al adentrarse al bar.
El silencio llegó junto a la calidez del lugar, el cuál por suerte se encontraba vacío.
Se sentó en uno de los taburetes centrales frente a la barra y el cantinero sirvió su bebida de inmediato, lo cual agradeció antes de tomarla entre sus dedos.
Exhaló profundamente y retuvo el aire en sus pulmones antes de soltarlo con exasperación.

Después del enfrentamiento en el callejón, se había pasado las últimas dos semanas buscando pistas como si su vida dependiera de ello.
Su trabajo no se volvió más sencillo cuando cierto castaño se había empeñado en aprovecharse de su puesto de ejecutivo para mantenerla cerca sin que ella tuviera la oportunidad de objetar.

Le molestaba, le desesperaba la plena confianza que Dazai tenía hacia su persona, que tuviera repentinos acercamientos con ella o que simplemente le coqueteara en todo momento.  Y le molestaba aún más que no fuera capaz de alejarlo. Lograba ponerla ridículamente nerviosa y, por supuesto, Dazai lo sabía.
Así que al final, Serena no sabía si realmente le molestaba su cercanía, o no.

Lo que si sabia, es que debía hacer algo al respecto con ello, antes de que fuera demasiado tarde.

Salió de trance al escuchar la puerta del bar abrirse y casi de inmediato, unos pasos acercarse por las escaleras.

—Oh~

Escuchar aquella melódica y animada voz le hizo cerrar sus párpados con exasperación antes de girar levemente y encontrarse con cierto castaño culpable de su desespero diario.

—Que coincidencia encontrarte aquí hoy, Serena —dijo al mismo tiempo que tomaba asiento a su lado sin dejar de mirarla con una sonrisa amplia.

—Contigo nada es una coincidencia, Dazai —sonrió con ironía, recibiendo una risa de parte del castaño.

—¿Qué te trae por aquí? —preguntó mientras miraba su bebida recién servida entre sus dedos.

—Nada realmente —Se encogió de hombros y miró al castaño de soslayo —¿A ti?

Lo observó sonreír antes de responder.

—Nada en especial.

Serena miró a su alrededor, sin una palabra más que decir al castaño.
Cuando su vista volvió al inicio, se encontró con sus orbes marrones observándola fijamente. Y ahí estaba de nuevo esa desesperación.

—Te encanta observar a las personas, ¿no? —dijo desviando su mirada de la suya.

—No. Sólo a ti —Serena levantó ambas cejas, como si no le prestara mayor atención.  Cómo si los nervios que el castaño provocaba en ella no estuvieran presentes y más vivos que nunca.

Las semanas que había estado haciéndole la vida imposible con sus constantes coqueteos  la habían cansado. No de forma que lo quisiera lejos suyo. Al contrario.
Y eso era lo que le molestaba.
Los constantes intentos del castaño por gustarle a Serena estaban teniendo efecto y para ella significaría el peor escenario.
Porque, por supuesto, Dazai simplemente estaba jugando y ella, cayendo en su juego lentamente.

Nunca se acercó a ella más de la cuenta, pero sí lo suficiente para ponerla increíblemente nerviosa y hacerla desviar su mirada, cosa que al castaño le hacía esbozar una sonrisa de autosuficiencia.

Serena siempre supo cómo lidiar con tipos como él. Un par de palabras siempre bastaban para mandar a ese tipo de hombres lejos de su vista.
Pero no con Dazai.
Cuando estaba con él, esas palabras simplemente no salían y lo peor, a ella no parecía importarle cuando lo veía.

Giró y de nuevo se encontró con sus ojos marrones viéndola fijamente.

Verlo a los ojos directamente y darse el lujo de observar su rostro con detenimiento, observar aquel castaño cabello caer con naturalidad sobre su rostro, su sonrisa que le había estado robando el aliento desde hacía unos días.
Y ahí, viéndolo fijamente Serena cayó en cuenta de que estaba siendo tarde para reaccionar.

—¿Por qué haces esto? —dijo casi en un susurro.

Dazai pareció sorprendido ante su pregunta y la mirada de súplica de Serena.
Guardó silencio mientras sus ojos eran incapaces de no verla. Serena, ante su silencio, prosiguió.

—No te gusto, Dazai. Entonces, ¿por qué? —hablaba con firmeza pero con una voz tan baja, aquella que si aumenta el tono, tiembla. El silencio continuó entre ambos y Serena desvió su mirada sin más —. Gracias por la bebida —dijo al cantinero.

Dejó el pago por ella sobre la barra y se puso de pie sin mirar de nuevo al castaño, quien se había quedado estático desde el principio.

Salió del bar y el frío del ambiente chocó contra su rostro.
Un largo suspiro se escapó de sus labios, uno fuerte y contenido, como si el aire se hubiera quedado atascado en su interior y decidiera salir hasta ese momento.

No esperó a que el castaño saliera detrás suyo y le confesara los sentimientos que simplemente no existían.
Dazai Osamu sabia claramente como hacer caer a cualquier chica rendida por él, y Serena casi se convierte en una de ellas. Casi.
No, no esperó que saliera tras ella pero aún así, se sintió afligida y usada, como si realmente hubiera jugado con ella. A pesar de que no sucedió nada más allá de palabrería y miradas constantes.

Por supuesto, Dazai no hizo su mágica aparición mientras Serena salía del callejón.

Había estado dentro de un trance que se percató de que había llegado a su casa hasta que cerró la puerta detrás de ella.
Permaneció con su espalda pegada a la puerta, viendo a la nada.

Se rió de si misma, viéndose patética por casi enamorarse. Se sintió tonta por darse cuenta de lo fácil que le había resultado al castaño provocar sentimientos en ella. Simplemente le había bastado unas cuantas miradas, acciones y palabras bonitas, superficiales para que Serena estuviera al borde y caer por él, justo como Dazai esperaba que hiciera.

Casi caigo, Dazai. Casi.

Tomó todo tipo de pensamientos que incluyeran al ejecutivo más joven de la Port Mafia y los desechó.
Más bien, los guardó en un rincón, muy escondidos.

Retiró sus botas y se adentró a su apartamento, el cuál era adornado por el silencio y la oscuridad.
Simplemente la tenue luz que se colaba por las ventanas iluminaba el lugar.
Se acercó a la ventana que daba a la calle y corrió la cortina de ella, permitiéndose observar la calle debajo de ella.

Las palmas de sus manos tallaron su rostro con exasperación mientras un suspiro salía de sus labios.

Finalmente se había librado de los coqueteos del castaño, pero simplemente no estaba tranquila.

Quizá ya había sido demasiado tarde.

Quizá ya había sido demasiado tarde

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Break my heart.  »Dazai Osamu.  FINALIZADA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora