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Las risas y sonrisas se habían desvanecido

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Las risas y sonrisas se habían desvanecido.

Lo que pudo ser algo, terminó por ser nada después de las últimas palabras de Dazai hacia Serena, quién se negaba a dejar de mirar a sus ojos con hostilidad y firmeza.

Pero ya había roto su corazón.
Quizás fue peor que un rechazo.

Su ceño arrugado y mirada fría ocultaba a la perfección el dolor en su pecho y la falta de aire que la hacia agonizar frente a sus ojos.
Sufría, y sin embargo, estaba ahí, retando al ejecutivo más jóven de la Port Mafia, diciéndole con la mirada "no retiraré mis palabras".
Y no lo haría. Aunque él ya la haya lastimado.

El silencio creado dentro de la pequeña habitación fue interrumpido por un suspiro por parte de Dazai.
Había ambigüedad en su mirada, rozando la hostilidad.

Aun así, ella juraría sentir su mirada atravesar, instalarse en lo más profundo y cortar. Pero lograba verse ambigua.

Miró a la pantalla junto a ellos y simplemente se puso de pie, rodeando los pequeños sillones para llegar a la puerta que da al exterior.

No volvió a mirarla.
Simplemente se fue.

La azabache se quedó con la mirada en la puerta, pero en realidad, simplemente divagaba.

Fue cuando escuchó que realmente se alejaba, que un sollozo salió de ella.
Sólo uno.

Una mínima porción de todo lo que sentía.

Inhaló y retuvo el aire en sus pulmones mientras llevaba su vista al techo, a aquella vieja esquina de la habitación en dónde la humedad traspasaba ligeramente, dándole un tono oscuro a la pared y parte del techo.
Fue cuando su mirada se perdió ahí, que recordó exhalar.

—Lo siento, Dazai —susurró para sí misma —. Aunque me mates, lo sacaré de ahí.

Un último suspiro escapó de ella antes de ordenar la sala y apagar los aparatos.
Dirigió sus pasos a la pequeña cocina, la primera puerta contando desde su habitación.

Un cuarto de quizás 4×4, en dónde la vieja estufa color negro, ligeramente oxidada de la parte inferior, una mesa cuadrada con una sóla silla, un pequeño estante debajo de la ventana en el cuál guardaba los pocos platos y demás trastes, era lo único que se podía ver, además de unos detalles en las paredes.

La vida de una mafiosa.

Puso agua en la cafetera sobre el estante bajo y la observó calentarse durante cinco minutos, hasta que pequeñas burbujas comenzaron a aparecer.
Su mente estaba en blanco, hasta que el sonido agudo de la cafetera la hizo volver en sí, y volver a sus pensamientos, aquellos que la atormentaban.

Break my heart.  »Dazai Osamu.  FINALIZADA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora