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Varios días transcurrieron y Serena había parecido olvidarse de cierto castaño que, desde aquel día, no volvió a ver

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Varios días transcurrieron y Serena había parecido olvidarse de cierto castaño que, desde aquel día, no volvió a ver.
Había vuelto a su rutina diaria.
Trabajos sencillos y tediosos junto a Odasaku. Buscar pistas sobre Ango, cosa que a cierto cobrizo lo mantenía tenso.

Ese día llovía. Serena estaba sentada, en silencio. El tiempo transcurría lentamente, indistintamente y todo sonido fue ahogado por el vago ruido de la lluvia que caía.
La lluvia caía ante sus ojos con una inclinación, empapando el paisaje y volviendo todo azul. Niebla mezclada con la niebla del océano entrelazada con el aguacero. El paisaje húmedo y ella se sentaron cara a cara, aunque separados por un vidrio. Aquel cristal de ventana que la separaba del exterior y la mantenía dentro de cierto café de la ciudad.

Serena mantuvo sus manos entrelazadas sobre la pequeña mesa para dos, viendo al exterior, aunque su vista se nublaba gracias a las gruesas gotas de lluvia y la niebla.
Su mente divagó por varios minutos, minutos que transcurrieron en silencio hasta que escuchó a Odasaku sentarse frente a ella y poner una taza de café frente a sus ojos.
Serena la recibió entre sus manos, permitiendo que el calor de la taza cubriera sus heladas palmas.

—Sigo sin entender cómo te gusta el café con leche y no con agua —mencionó el cobrizo mientras observaba la taza entre las manos de Serena sin expresión alguna, como siempre solía ver las cosas.

—Es cremoso y dulce —dijo y bebió un sorbo, consiguiendo una mirada de desaprobación de parte de su compañero, lo que la hizo reír en levedad.

El cobrizo negó un par de veces y, de un pequeño bolso que yacía colgado en el respaldo de su silla, sacó un libro. Un viejo libro. Las esquinas de la cubierta estaban desgastadas y una parte estaba rota. La impresión era vieja, con algunas letras borrosas aquí y allá.

Serena había visto tantas veces ese libro que probablemente sabía cuántas páginas contenía.
Siempre observaba a su compañero leerlo en silencio, una y otra vez.
Lo había leído tantas veces y aún así continuaba tan inmerso en él con cada palabra que de él leía.
Algunas veces lo vio leer el primer volumen, otras el segundo. Esta vez leía el segundo.

Los minutos transcurrieron en silencio, silencio en el que Serena observaba a Odasaku pasar de página y no despegar la vista de su libro, ni siquiera para beber de su café. A ella nunca le incomodó ese silencio, nunca le aburrió y tampoco nunca preguntó el porqué de ello.
Ese día, simplemente decidió cambiar esa rutina en la que Odasaku lee y ella observa.

—¿No tienes uno para mí? —Su pregunta hizo que el cobrizo levantara su vista por primera vez en tantos minutos.

La miró por algunos segundos sin ningún tipo de expresión y, sin decir nada, sacó el primer volumen y se lo entregó.

Leyó las primeras páginas de él.
Era una vieja novela. La historia tomaba lugar en cierta ciudad, y se trataba de una miríada de personajes. Todos los personajes, quizá, eran débiles y lamentables, incluso la más pequeña de las cosas les causaba pánico. Pero misteriosamente, mientras más leía, más interesante se volvía la historia.

Break my heart.  »Dazai Osamu.  FINALIZADA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora