Siempre pierdo todo lo que no quiero perder.
Todo lo que vale la pena desear es algo que pierdo en cuanto lo obtengo.
No vale la pena perseguir algo si con ello alargas una vida de sufrimiento.
Ésta historia es Dazai x Lectora.
Obra de mi propi...
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Serena se mantuvo en silencio, atónita ante la confesión del castaño, quien esperaba su respuesta sin borrar la sonrisa de su rostro. Observó su mano que sujetaba la suya con firmeza, sin intenciones de soltarla. Lo miró de nuevo y frunció el entrecejo en confusión.
—¿Podrías repetirlo? —Su pregunta recibió una pequeña risa por parte de Dazai antes de responder.
—Sí me gustas.
Serena no comprendió la situación tan repentina. Se mantuvo anonadada mientras observaba como el castaño llevaba su mano a su pecho, permitiéndole sentir los latidos de su corazón en su palma.
Salió de trance e intentó soltar el agarre de su mano, pero Dazai se lo impidió. Desechó el tumulto de emociones que le invadían en ese momento y tomó una bocanada de aire antes de fijar su mirada con la contraria.
—No sé a qué estás jugando ésta vez, Dazai —Sus palabras llenaron de confusión el rostro del castaño, quien aflojó el agarre de su mano inmediatamente, a lo que Serena tomó la oportunidad para soltarse y dar un paso atrás —. ¿Esperabas que... simplemente accediera?
De un momento a otro, Dazai alejó su mano, como si su tacto le quemara y retrocedió.
—No —soltó inmediatamente. Serena lo cuestionó con la mirada y simplemente se mantuvo en silencio. Se había dado cuenta de que ni siquiera sabía lo que esperaba al llegar tan repentinamente y confesarse. Ni siquiera sabía que era lo que hacía Dazai Osamu, el ejecutivo más joven de la Mafia, quien podía tener a una mujer incluso mejor que ella, en su puerta, confesando tal cosa. Abrió la boca para hablar de nuevo, pero Serena suspiró y lo interrumpió.
—Dazai —Lo miró y sonrió con serenidad —. Eres muy atractivo, inteligente y muy seguro de ti, pero... eres pésimo confesándote —soltó una pequeña risa antes de continuar —. Piensa mejor en lo que quieres y cómo lo quieres, y cuando estés seguro... —calló unos segundos y observó la sonrisa en el rostro del castaño —Busca a la chica que realmente te guste —cerró lentamente la puerta y antes de dejar de verlo, susurró —Adiós, Dazai.
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La lluvia se fue después de eso. El tema no volvió a ser tocado por ninguno de los dos, pero de alguna manera, el castaño se esmeró en aún mantenerla cerca, sin continuar coqueteando constantemente y simplemente limitándose a trabajar y entablar conversaciones normales con la azabache.
