23 - Nothing else matters

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Trigger warning: Además del contenido erótico/pornográfico habitual, este capítulo podría resultar excesivo o chocante para los más sensibles. Aviso sobre todo por sub drop, humillación verbal y hate fucking. En general, esto es lo que puede resultar más preocupante. De todas formas, NO llega a la línea dub-con.

Y, para que conste, las discusiones y los conflictos no se resuelven así, soy consciente. Pero hemos venido a por drama, ¿no?

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A veces se sentía como el cristal roto. Y a veces ellos se sentían como si estuviesen caminando sobre escombros afilados. Pero de ahí a quebrarse... ¿cuánto tiempo le quedaría?

Jiang Cheng apartó de un feroz manotazo los dedos con los que Jin GuangYao pretendía acariciarle. Desechó esa conciliación artificial tras una mirada fiera, ofendida, unos ojos que exigían una retribución por el daño causado. ¿De qué afrenta se trataba? Eso solo lo sabía él. Tras el chasquido que dejó a su paso, se hizo un silencio parcial, falso. Ese silencio tenso que solo se interrumpe entre los jadeos pesados del uno y el aliento contenido de aquel.

Había tres miradas sobre su persona, las tres expectantes y las tres confusas en mayor o menor medida. Lan XiChen fruncía el ceño sin entender, sin entender su ira y sin entender su indignación, sin entender el conflicto tras tales sentires que no tardarían en hervir en sus propias venas. Nie MingJue alzaba una ceja, como si aquello fuese lo que se esperaba y como si al mismo tiempo le estuviera reclamando por una explicación que no le correspondía pedir. Jin GuangYao era el único que dejaba de mirarle de tanto en tanto, pero solo para contemplar su mano, el roce enrojecido en la palma que había obtenido gracias al golpe. Era también el que más despistado parecía. Observaba su propia piel como si le quemara, con la desorientación propia de quién, de forma genuina, no sabe lo que ha hecho mal. Cuando elevó el rostro en su dirección, lo hizo con los ojos llenos de incógnitas y las cejas crispadas. Segundos después, buscó a sus hermanos jurados. Creyó quizá que ellos podrían tener en su poder alguna explicación, pero tanto ZeWu-Jun como ChiFeng-Zun se encontraban tan despistados como él.

Una punzada de algo que quiso llamar odio —porque ponerle otro nombre, decepción, expectativas rotas, inseguridad, anhelo... no, sería demasiado incluso si solo lo mentara así en la privacidad de su mente— le perforó el pecho al ver las miradas que intercambiaban. Siempre era así. Siempre sería así, ¿verdad? Como con Wei WuXian de vuelta en la adolescencia, nunca sería la primera opción. Los tres venerables bastardos a un lado como sendos dioses y él al otro convertido ni más ni menos que en el villano de cada cuento. Como si fuera un accesorio, un complemento. Como si, en realidad y por mucho que se lo asegurasen, no formase parte de aquella relación suya.

Ellos eran los que se querían, los que se importaban entre sí. Ellos eran los que se amaban, y él nada más que una nueva adquisición que estaba dejando de resultarles interesante, el accesorio de quita y pon que ya no parece tan brillante como el primer día. Lo sabía. Siempre lo supo, su interés en él no iba a durar.

Y, aun así, le dolía como el infierno.

Sintiendo la rabia más pura y visceral arder en su bajo vientre, esa capaz de provocar un incendio en cada terminación nerviosa, Jiang Cheng apretó los puños a ambos lados del cuerpo. Zidian llamó la atención de los tres hermanos jurados con un chasquido eléctrico, sin embargo todavía tardaron unos cuantos instantes en decir algo. Entre medias, le contemplaron en silencio. Temían su reacción, como si se estuvieran enfrentando a un tifón impredecible. Lo hacían, porque al fin y al cabo... ¿qué era Jiang WanYin si no la más hermosa de las tormentas? Se había ganado esa reputación a pulso entre enemigos y aliados, pero que sus amantes le examinasen con la misma cautela que a veces se encontraba en los ojos de sus subordinados hacía que la cólera quemase todavía más. Sus labios se apretaron en una fina línea mientras se mordía la boca por dentro. Mordió y mordió, hasta que el sabor metálico de su propia sangre se hizo cargo de sus papilas gustativas. Ni con esas se detuvo. No. Porque más allá del recelo, le enfermaba la compasión. La compasión de Nie MingJue y Lan XiChen, la compasión con la que incluso en una situación como aquella osarían tratarle. Oh, cuánto le enfurecía. Zidian cantó de nuevo al pensarlo. Quería azotarlos. Quería borrar esa condescendencia de sus malditas caras, ya fuese a latigazos o ya fuese con uñas, dientes y chupetones. Quería... Quería...

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