8 - Sugar sweet nightmare

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Cuando Jiang Cheng decidió confiar en ellos, descubrió que además de deseado, era amado.

Al principio, por mucho que los tres hermanos jurados asegurasen tener un fuerte interés en su persona no solo corporal, sino también espiritual, solo hubo sexo. Sí, bien podría decirle Lan XiChen que admiraba su intelecto y su forma de dirigir y hacer crecer su secta, o bien podría observar con admiración Nie MingJue su desempeño en batalla, le daba igual. Ni siquiera las triquiñuelas de Jin GuangYao, sus investigaciones soterradas y las conversaciones que siempre se empeñaba en mantener, lograron profundizar en la creación de un vínculo entre ellos. Al principio, de buen grado podría abrirles su cuerpo y entregarse con ellos a las noches sin luna, pero no les entregaría su confianza. Podrían haberle prometido que no había secretos, pero se reservaba el derecho a guardarse los suyos propios bien escondidos.  

Aunque quemase, aunque ardiese. Aunque cuando le abrazaban no había nada que ansiase más que ceder a la vulnerabilidad. Se negaba.

A pesar del "desafortunado incidente" de su primera noche juntos (sin contar lo del afrodisiaco en el vino, dato que ninguno de ellos terminaba de querer admitir, por la razón que fuese) Jiang Cheng no era de los que se quedaban a dormir después del sexo. La cantinela durante los primeros meses de su curiosa, clandestina, poliamorosa y poco convencional relación a cuatro fue siempre la misma: se acostaban, permitía algunos mimos ocasionales en lo que recuperaba las fuerzas, se limpiaba y se iba o a su propia secta o a su propia habitación. A veces no se molestaba ni en decir adiós, porque sabía que volverían a encontrarse tarde o temprano. Por regla general, más temprano que tarde. Los tres venerables eran adictos a su cuerpo, a su sabor y a su particular forma de amar, tormentosa, irreverente y violenta, y eso le daba alguna ventaja de vez en cuando. Solo de vez en cuando, y esa no fue ni la vez ni el cuándo.

Para su desgracia, ni que decir tiene que a la Venerable Tríada... bueno, no le hacía demasiada gracia esta dinámica inicial. Eran serios con sus sentimientos, mucho más de lo que Jiang Cheng pensó en un principio. Tanto que a veces parecía que incluso le apreciaban, que se preocupaban por él y sus tendencias autodestructivas. Odiaban dejarle marchar así como así, evidenciando la barrera que quería poner entre sexo y emoción, la que ellos ansiaban derribar. Quizá por eso Nie MingJue aceptó sin pensarse demasiado esa retorcida sugerencia de Jin GuangYao, la de follar a Jiang Cheng hasta la extenuación una de aquellas noches compartidas entre los cuatro. La de ser tan duro que no pudiera levantarse de la cama al acabar, porque además sabían que le gustaba. Y tanto que lo hizo. Sin saber que estaba cayendo en una pequeña trampa, fue un colaborador entusiasta de su propia perdición. Funcionó tan bien que el feroz líder Jiang se desmayó entre gemidos poco antes de que ChiFeng-Zun llegase al orgasmo. Lan XiChen, siempre más partidario de tratar a sus tres amantes con gentileza, no terminó de estar tan seguro de ese plan. O no lo estuvo al menos hasta que tuvo a Jiang WanYin durmiendo entre sus brazos, relajado como nunca antes lo había visto. Después de escucharle con total claridad clamar por más en dirección a su hermano jurado.

Ahí cambió de idea.

Ese loto tempestuoso, esa rosa malva plagada de espinas. Siempre tan inalcanzable, tan soberbio a pesar de lo mucho que disfrutaba el ser doblegado en la cama. Lan XiChen le amaba, quizá de una manera un tanto diferente a la de sus hermanos jurados. Quizá no, quizá los cuatro compartían unos sentimientos que, en sus distintas raíces, acababan convergiendo en lo mismo. Al sostenerlo dormido en un cálido abrazo creyó estar rozando un pedacito de Cielo. Los rasgos afilados que Jin GuangYao acariciaba con ternura de pronto eran suaves, juveniles. A los veintialgo, ya no quedaban apenas rastros del niño que alguna vez estudió en los Recesos de la Nube, no de día por lo menos. Pero dormido... ah, dormido era tan vulnerable. Tan dulce. El primer jade besó su frente mientras sentía el cálido abrazo de Nie MingJue apretarse a su espalda. El cuerpo firme del guerrero los respaldó antes de llevarles a los tres a la cama, un hermano debajo de cada brazo y Jiang Cheng en medio, inconsciente y amparado por sus atenciones, por las caricias con las que querían protegerle de sí mismo. El líder Nie resollaba cuando Jin GuangYao se alargó para besar la curva de su mandíbula. Los dedos de su diestra se entrelazaban con los de Lan XiChen sobre el pecho de su amante más joven. Así, juntos los cuatro formaban una escena de absoluto confort.

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