37 - Stay

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De cómo descubrir la faceta oculta de alguien puede resultar más problemático de lo esperado. Muchísimo más.

-¡¡¡A-Yao!!! ¡¡¡A-Jue!!! ¡¡¡A-Cheng!!!

Tres ilustres cultivadores —dos venerables y su joven y terco amante— se tensaron al escuchar aquel grito, tan inconfundible como inexplicable. Hasta entonces, hasta aquel condenado instante, los tres habían estado pasando un rato juntos. Agradable, calmado y falso, porque se comportaban como si no sintieran nada los unos por los otros, ni siquiera las inevitables ganas de comerse la boca. Aunque en público, en la terraza de una de las posadas más caras y elegantes de Caiyi, no es que pudieran actuar de otra manera. Les tocaba mantener las apariencias después de todo, por su bien y por el de sus respectivas sectas. Eso si, por supuesto, a Lan XiChen no le daba por hacer una declaración pública de su infinito amor hacia los tres. 

La mirada que compartieron, por un instante alerta y aterrorizada, dejaba muy claro que estaban contemplando aquella posibilidad como una real, una que podría ocurrir. Y no les hacía la más mínima gracia.

Según la versión oficial, los representantes de Qinghe Nie, Lanling Jin, Yunmeng Jiang y YiLing Wei se habían presentado en Gusu Lan aquella semana para cerrar una serie de tratados de comercio y afianzar sus más que beneficiosas alianzas que mantenían el equilibrio y una paz tranquila y cordial, próspera incluso. Aunque no dejaba de ser cierto (el día anterior se pasaron una tarde aburridísima encerrados con Wei WuXian y Lan WangJi en el estudio de ZeWu-Jun discutiendo presupuestos para mejorar las rutas principales entre las poblaciones más desfavorecidas de sus territorios) por supuesto existía una segunda razón no plasmada sobre el papel. Por esto mismo, no debía ser conocida. ¿Qué dirían las otras sectas si se enteraban de que a los tres venerables les interesaba más disfrutar del festival de verano de Caiyi con su cuarto amante y un par de botellas de vino de flores? No les interesaba que esa parte tan concreta —esas pequeñas vacaciones a las que tanto les había costado arrastrar a Jiang Cheng, que estuvo a puntito de volverse a su secta después de resolver los asuntos oficiales— saliese a la luz, ni mucho menos. Pero, claro, lo de que el Patriarca YiLing y HanGuang-Jun estuvieran allí en un pequeño viaje de novios más que para negociar (porque el trabajo sucio administrativo había acabado en manos de Jiang Cheng) no le sorprendía ni importunaba a nadie. 

Sí, Jiang WanYin había estado bufando y quejándose de ello media hora, cuando su hermano y su cuñado se marcharon. Despotricaba tanto y de maneras tan floridas que a Jin GuangYao casi le dio un ataque de risa. Sí, sus tres compañeros de cultivo supieron cómo mejorar su humor a base de hacerle gemir sus nombres. No, Lan QiRen no se enteró de nada.

Todavía. 

Lan XiChen llegó corriendo hasta sus tres amantes, arrancándole miradas confusas y un tanto escandalizadas a todo el resto de transeúntes que caminaba por las calles de Caiyi con linternas de papel en la mano. Nada más verle aparecer (nada más ver su sonrisa bobalicona, el revelador rubor en sus mejillas y los dos cultivadores vestidos de negro que venían corriendo detrás de él) una teoría de lo más certera iluminó la mente de los tres desafortunados. Bueno, en realidad solo Wei WuXian venía corriendo, desesperado y culpable de lo que sea que hubiese pasado. Maldito bastardo... Y maldito Lan WangJi, que solo caminaba un poco rápido tras su hermano y su esposo, pero por lo demás parecía tan imperturbable como siempre. 

En realidad, evidentemente estaba preocupado por su hermano, el borracho más cariñoso de todo Gusu Lan. Y sorprendido, porque hasta entonces, aunque se olía que la relación con sus hermanos jurados no era lo que se dice de fraternidad, no había llegado a añadir a Jiang Cheng a la ecuación. No del todo.

-¿Pero qué demonios...?

-No me digas que lo han emborrachado. -Murmuró Nie MingJue, contemplando de hito en hito al radiante primer jade, que acababa de llegar a su altura. A pesar de haber venido a la carrera, no jadeaba, solo mostraba una enorme sonrisa de oreja a oreja-. Oh, mierda.

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