32 - Beggin'

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O de cómo sus súplicas podrían derrumbar castillos y reducir reinos enteros a cenizas.

Ansioso y ávido, Jiang Cheng se retorció como pudo en los brazos de Nie MingJue para alcanzar sus labios. Pese a la flexibilidad con la que a veces volvía locos a sus amantes, no le salió todo lo bien que habría deseado; apenas llegó a rozar su mentón con los labios. ChiFeng-Zun le sonreía, bravucón y desafiante. El mayor de los tres venerables pareció querer tentarle, burlarse de su voluble paciencia y llevarle a cruzar todos los límites posibles tanto con su boca como con su erección. Una mano firme en sus caderas le impidió cualquier movimiento. No pudo ni siquiera elevarse, estirarse justo lo que necesitaba para lograr alcanzar su boca. Ante aquel gruñido gimoteado, aquella queja frustrada, Nie MingJue sonrió divertido. Su mirada se cruzó con la de Jin GuangYao que, recostado con placidez en el sofá frente a la cama, los contemplaba igualmente entretenido. Eran su pequeño espectáculo mientras pasaba sin demasiada atención las páginas de algún informe reciente al que no tardaría en dejar de hacerle caso. A la tenue luz que las velas les otorgaban, quién sabe incluso si estaría logrando leer algo.

O intentándolo, porque, aunque se hacía el difícil, sus ojos llevaban un buen rato clavados en el bello cuerpo desnudo de su amante más joven. Se moría de ganas de besarle por todas partes, pero contenía aquella sensación de hambre tan particular con la maestría que solo él tenía. Sus dos hermanos jurados a veces le envidiaban por ser capaz. Jiang Cheng le detestaba por ello.

-Da-ge, ¿cómo puedes ser tan cruel? -Se mofó, irguiendo solo un poco la postura, hasta entonces acomodada entre los almohadones del diván-. ¿No ves que nuestro precioso A-Cheng está desesperado?

-Que te jodan... GuangYao...

-¿No era eso justo lo que te estaba haciendo Da-ge a ti, cariño? -A pesar de su más que evidente diversión, se las arregló para formar un puchero de apariencia disgustada-. Y yo que intentaba ponértelo más fácil.

-Y una mierda. -Gruñó Jiang Cheng, frustrado y molesto cuando Nie MingJue echó el rostro hacia atrás para evadir el roce del suyo. En venganza le mordió en un brazo, allí donde alcanzaba. Luego gimió. A pesar de apartarse cuando le rozaba, le tiraba del pelo para rentarle, odioso y sugerente a la vez. Los ojos oliva del guerrero brillaban entretenidos, como si se lo estuviera pasando de maravilla-. Si quisieras ayudarme... vendrías aquí de una puta vez a...

Lo que tuviera para decir a continuación, se cortó en un grito de placer en cuanto el miembro del líder Nie le acertó de lleno, embistiendo con casi toda su longitud a través de su interior, de los músculos ardientes y suaves que tantísimas ganas parecían tener de recibirle. Jin GuangYao se relamió los labios al verle arquearse y Nie MingJue, aunque evitó de nuevo sus labios, no dudó a la hora de clavarle los dientes en el hombro y lamer toda la curva de su cuerpo, tan hambriento como su joven amante. 

-¿Es eso lo que quieres, A-Cheng? -Cuestionó, aunque empezaba a tener sus dudas sobre si mientras era follado así el líder Jiang lograría responderle con sonidos coherentes. Consideraría toda una hazaña que lo lograse, porque bien sabía él cómo se las gastaba MingJue. Tenía la experiencia de primera mano, y no era nada fácil mantener las neuronas y las palabras en su sitio-. Hagamos esto: cualquier cosa que desees, solo tienes que pedírnosla. Suplica por ello y será tuyo, lo prometo. Con un poco de suerte así empezarás a acostumbrarte a hablar más en la cama, baobei.

Jiang Cheng se las arregló para fulminarle con la mirada durante la abrumadora cantidad de tiempo de un segundo exacto, ni más ni menos. Pasado ese efímero periodo, el movimiento de las caderas del primer venerable chocando incesantes contra las suyas propias y obligándole a botar en su regazo amenazó con hacerle perder la cabeza. Mucho se quejaba el cultivador jefe de que no hablaba lo suficiente con ellos en esos encuentros clandestinos que le robaban a los eventos oficiales, pero tampoco se lo ponían fácil. Tardaría un tiempo, de todas formas, en sentir la confianza necesaria para ello. 

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