25 - you should see me in a crown

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Si aquella no era una de las mejores ideas que habían tenido en toda su vida, entonces la Venerable Tríada ya no sabía qué inventarse.

-De rodillas, WanYin.

Aunque Jiang Cheng se permitió fulminar con la mirada a los tres bastardos que tenía por amantes —y solo en esta ocasión a Lan XiChen en particular, porque su tono pese a lo suave no admitía réplica alguna— obedeció. Él mismo se lo había buscado y, aunque podría haber detenido todo aquello con una única negativa de sentirse incómodo, preferiría seguir el juego y hacer como si no tuviera otra opción. No quería otra opción a decir verdad, no cuando sus compañeros de cultivo de pronto contenían el aliento por culpa de la visión que les regalaba. La túnica interior le caía sobre los hombros junto a su cabello suelto cuando se arrodilló frente a los hermanos jurados, que lo contemplaban con la boca seca y el pene erecto. Les devolvió una visión arrebatadora, desde abajo, con la prenda lo suficientemente abierta como para vislumbrar su pecho, la tela tensa a la altura de las ingles y sus grandes ojos azules tan encantadores, tan anhelantes. Tan hambrientos. Los miembros de la Venerable Tríada no eran los únicos que se relamían los labios, aunque su perspectiva era, sin duda, un tanto más privilegiada.

Al fin y al cabo, nadie más que ellos podría jamás cumplir una fantasía de muchos, la de tener al mismísimo Sandu ShengShou de rodillas.

Lan XiChen sonrió nada más verle así, tan dispuesto para ellos, con los labios ya enrojecidos solo por habérselos mordido apenas uno o dos minutos atrás. Cariñoso, acarició su cabello y su mejilla. Retiró algunos mechones tras su oreja en un movimiento delicado, sin rozarle más de lo necesario por mucho que deseara devorarle allí mismo. Disfrutó de cómo la respiración ajena se ralentizaba bajo su toque, como si ansiase más. Como si ansiase ser recompensado, valorado. Lento para el disfrute de sus hermanos jurados y desesperación de su amante más joven, ya tan duro como ellos, pasó un pulgar meloso por aquella boquita entreabierta, acariciándole como si le prometiera un beso. Jin GuangYao le había recomendado alguna que otra vez que, para saborear más el momento y aumentar la tentación, no llegase a dárselos. No hasta pasado un tiempo prudencial de lo más sádico, por lo menos. Sin embargo, si alguno de los tres no podía resistirse a Jiang Cheng —y eso que ninguno se consideraba inmune, no del todo, pero unos lo disimulaban mejor que otros— ese era Lan Huan, sin duda. Doblegado por su propia necesidad, olvidó todas las posibles tácticas pactadas y se inclinó para besarle. ¿Cómo podría no hacerlo cuando esos labios se le ofrecían entreabiertos con la promesa de lamer y besar más allá de su propio cuerpo? 

Solo un poco por detrás, Nie MingJue y Jin GuangYao intercambiaron una mirada divertida, porque sabían que su segundo hermano jurado perdía toda paciencia y restricción cuando se trataba del joven líder del Loto. Pero... ¿acaso no eran iguales ellos dos?

-Así, cariño, justo así. -Le premió Lan XiChen, halagándole boca contra boca-. Muy bien.

-XiChen...

-Ya sabes lo que queremos, ¿verdad? -El cultivador jefe les interrumpió, dando un único paso al frente. Nie MingJue se mantuvo todavía solo un poco por detrás, con los brazos cruzados sobre ese enorme pecho en el que tanto les gustaba echar la siesta. Ante su intervención, Jiang WanYin se encontró asintiendo antes siquiera de ser consciente de ello. No llegó a gruñir al darse cuenta de cómo actuaba, pero se maldijo en su mente. Un líder de secta tan orgulloso como él... y ahí estaba, de rodillas, bien dispuesto. Como si, por más que su boca dijera lo contrario, su cuerpo ansiara la simpleza de la obediencia-. ¿Nos lo darás? ¿Serás un buen chico para nosotros, mi dulce A-Cheng?

Sentía que le ardía la cara, pero tampoco es que aquello fuese del todo nuevo. Al fin y al cabo, se había dejado atar, azotar y someter de todas las maneras posibles, y le encantaba. Tanto como someterlos a ellos según el día, porque al final todo resultaba recíproco. Una vez afianzada la confianza, ahora que sabía que le querían y que jamás le harían daño, dejar todo su placer en esas seis manos tenía algo reparador. Permitir que le destrozasen y le recompusiesen según su entero capricho una y otra vez hasta que no pudiera ni gemir más se le antojaba liberador. Y, por supuesto, excitante. Por eso volvió a asentir. Esta vez con movimientos rápidos y concisos, casi ansioso. Sin embargo, no obtuvo de Jin GuangYao la respuesta que se habría esperado. Pensó que el tercero de sus amantes se limitaría a bajarse los pantalones y follarle la boca como quisiera, junto a MingJue y XiChen, como le habían prometido. Fantaseaba con ello incluso, con qué podría pasar si les apeteciera meterle más de una polla en la boca a la vez. Pero el Jin mestizo chasqueó la lengua un par de veces mientras negaba con la cabeza, solo antes de sostener su barbilla con dos dedos y obligarle a alzar la vista hacia su la máscara de su rostro. Una de sus uñas, la de su pulgar, se clavó en su piel, amenazando certera con dejar una marca en forma de media luna cerca de su cuello.

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