"La otra cara de la moneda"

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En el Ningenkai, Shuichi había decidido no volver de inmediato a sus labores en el Reikai, sino que por decisión propia se tomó unos días libres, sin importarle lo que el Rey Enma opinara al respecto.

Mientras movía su copa de vino tinto Cabernet sentado en la barra de un bar de mediana categoría, vistiendo ropa oscura y un tanto despeinado, recordó el jarrón de porcelana que había arrojado contra la pared la noche en que llegó a su casa luego de abandonar su misión. Pensó que así como quedó roto el objeto en cientos de pedazos, había quedado su corazón sin posibilidad de ser reconstruirlo. Contemplaba el líquido y el hielo que se mecían dentro sin parar, para luego ingerir todo el contenido de un solo trago. Recordaba también el rostro de su amada, su blanca piel, los hoyuelos que se le hacían en su espalda baja, sus largas piernas y su risa; se pasó la mano por la cara para enjugarse las lágrimas que estaban a punto de caer.

Kurama: aquí no Shuichi.

Se bebió otra copa. Había comprado la botella y aunque en sí era la segunda, no sentía ningún efecto por su condición de demonio.

De repente, una hermosa chica se sentó a su lado a  la barra a mirarlo descaradamente provocativa. Shuichi la volteó a ver con aspecto sombrío, pero al fijarse bien, se despabiló cambiando su expresión. Pensó que esa chica era muy parecida a Lu: alta, pelo corto de color borgoña, igual como se lo teñía ella. Sus ojos eran verdes, lo contrario a Lu que los tenía marrones; blanca, delgada, pero sus labios eran finos, no como los de su amor.

La sonrisa de ella centelleó al verlo de frente, había lujuria en su mirar, por todos lados se veía que era una chica mala quebrantadora de la ley. Con voz de seda se dirigió a él...

Chica: hola guapo, ¿Por qué tan solo?

Él se le quedó viendo; ella pensó que había coronado, pero el chico volvió su mirada sombría para decirle...

Kurama: te pareces pero… no eres como ella…

Volvió a ver al frente.

Kurama: … lárgate.

La chica se molestó.

Chica: estúpido.

Él se encogió de hombros como no importándole.

Kurama: creen que todos los hombres somos iguales.

A los cinco minutos se fastidió y salió del bar. Eran más de las doce, caminaba por una calle solitaria. Traía su botella pero no tomaba. El chico caminaba derecho sin trastabillar, no estaba para nada ebrio, el alcohol no lo había afectado, quizá por ser un demonio. De repente vio una sombra detrás, volteó para ver quien era. Un chico de dos metros de altura con mirada de asesino. Kurama tan tranquilo le dijo...

Kurama: has escogido un mal momento, o mejor dicho, al hombre equivocado.

El chico malo se le aventó encima arrebatándole la botella pero se le resbaló de las manos destruyéndose en la acera. Kurama enojado le lanzó unas enredaderas envolviéndolo por la cintura.

Kurama: eres un simple humano, en otra ocasión me hubiera importado, pero en estos momentos no me interesa que lo seas, ahora todo me vale mierda.

Iba cerrando su mano y al hacerlo, las enredaderas se ceñían más apretándolo con fuerza.

Chico: ¡Suéltame demonio!

Los ojos de Yoko se reflejaron en la mirada de Shuichi haciéndolo sentir ira; percibió  que su antiguo ser volvía a resurgir desde su interior trayéndole deseos de destrucción. La voz de Yukina, el hada de las nieves, hizo que se detuviera

Yukina: ¡No Kurama! Tú ya no eres así. ¡No sigas!

Kurama razonó y se serenó. Soltó al chico el cual salió corriendo casi arrastrándose.

Amor, Armadura Y Espíritu.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora