Capítulo 24.5: El primer trabajo de un aventurero es... (Parte 2)

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Al pasar por delante de esa cabaña de madera algo vieja estaban dos ancianos sentados en una silla mecedora disfrutando del día caluroso, al presenciar la llegada de unos desconocidos el anciano se alza primero para después ayudar a su esposa a levantarse.

—Hola campesinos ¿Ustedes son los que necesitan ayuda a recolectar unas cosechas? —Decía Jeremy al par de ancianos, al escuchar esas palabras la pareja se miraba mutuamente asombrados y se acercan a ellos.

—Al fin vinieron, es de nuestro agradado que estén aquí, pensábamos que nadie vendría. —Decía el anciano.

—Pues ya estamos aquí y no vine solo, quiero presentarles a mi par de camaradas. —Señalaba Jeremy a los otros que estaban llegando.

—¡Ya llegaron los refuerzos! ¿Dónde están esas cosechas? ¡No resistirán mis manos y para luego ir a mi estomago! —Exclamaba Luz con entusiasmo.

—Cuanta energía de los jóvenes, pero no tanta como tu como en las noches. —Bromeaba la anciana a su esposo.

—¡Jo, Jo! Es verdad, tal vez haya envejecido pero mi espíritu aún es la de un joven, eso nunca cambiará.

Entre las bromas y risas de los ancianos, Luz y Jeremy estaban extrañados lo que oían, pero sin perder más tiempo Jeremy va al grano.

—Bueno al tema. ¿Dónde se encuentra esas cosechas? —Decía directo interrumpiendo las carcajadas de la vieja pareja

—Oh... Las cosechas se encuentran detrás de nuestro hogar hijo, síganme les llevaré. —Decía el anciano.

Al guiarles hacia la parte trasera de su cabaña, grande eran su sorpresa la enorme cantidad de repollos y zanahorias que había por sacar.

—¿Es una broma no? ¿Cómo dos ancianos pudieron cosechar todo eso pero no pueden recolectarlos? —Cuestionaba Jeremy.

—Nuestros nietos nos ayudaron a cosechar, aunque nos dediquemos a regarlos o hacer que estén en buen estado, nuestra salud y fuerza no nos permiten hacer mucho esfuerzo y menos en recolectar estás preciosuras.

—¡No se preocupen! ¡En eso nos encargamos nosotros cinco! —Decía Luz llevando su mano derecha a sus bíceps izquierdos.

—Que jovencita más trabajadora. ¿Y quienes son esas dos hermosuras que está a su lado? —Preguntaba la anciana.

—¡Oh! Me alegra que vea las bellezas en estas chicas, son Lyna e Inés, son nuevas en esto así que no la critiquen si hacen algo mal.

—Más que criticar sería bueno darles unos consejos, de nada sirve gritarle o sentir mal a alguien que recién está aprendiendo. —Expresaba el anciano al observarlas—. Así que tu te llamas Lyna. ¿Acaso vienes de una familia adinerada? —Pregunta.

—N-no... S-solo soy una simple sirvienta y será un placer poder ayudarles. —Decía inclinándose.

—Ahora que lo dices... Das ese ambiente y se nota que lo eres pero no es necesario que hagas eso, más bien alza la mirada y observa los ojos de los demás, los ojos muestran los sentimientos más profundo de lo que uno siente.

Como primer consejo que daba el anciano, Lyna alza su mirada e intenta ver los ojos del anciano e igual en todos pero poco a poco desviaba la mirada y se avergonzaba poco a poco, haciendo reír a la pareja.

—¡Ja, ja, ja! No te preocupes chiquilla, poco a poco dejarás esa vergüenza, y que tenemos aquí... Una Altrimista pura, hace tiempo que no veía a una por estas zonas.

—Es normal, no muchos llegan al centro del país.

—Ahí se nota el poco control de algunas fronteras...

Bajo mi mente en otro mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora