Capítulo 26.0: El intercambio con los Mapolas (Parte 1)

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Cuando el grupo de aventureros estaban avanzando al campamento que Julia les había indicado, los asaltantes que se hacían llamar "Los Mapolas"; se dividieron en dos pequeños grupos: algunos vigilaban las afueras del campamento, mientras que otros estaban cocinando su cena en las tantas fogatas que había.

—No hay ni un rastro de la chica, hemos buscado por todas partes, pero por una extraña razón no hemos encontrado sus huellas —decía unos de los asaltantes al que parecía ser el líder del grupo.

—Ya veo... Eso será un problema, una posible aprendiz de tierra puede traernos muchos problemas, que suerte tuvo. —Se alzaba—. Quiero que mantengan bien seguro la zona hasta el amanecer, mañana a primera hora nos marcharemos antes que lleguen los caballeros; mierda, aquí nos vendría bien una aprendiz de tierra. —Tocando su frente para calmar su estrés, un sonido molestoso salía de una carpa.

—No se ha callado desde que su hija escapo. —Decía unos de los asaltantes.

—Cómo me hubiera gustÁ-ado desnudar a su hija delante de él, a ver cuánto gritÁ-aba para después pegarle. —Agregaba otro.

Ante esos comentarios de sus subordinados, los gritos del padre se volvieron muy fuertes, aunque estuviera vendado.

—Veo que no aprende. —Observa la carpa—. Ustedes vuelvan con los otros, la cena ya estará lista, Mapo tercero ha hecho un buen sudado. —Mandaba el líder.

—¡Qué rÍ-ico! Pero me hubiera gustado compartirlo con esa chÍ-ica, poner las escamas en su cabello rizÁ-ado le sería de buen adÓ-orno. —Confesaba uno de ellos.

—Tú y tus fantasías raras nada románticas, no sé cómo te pudieron aceptar. —Respondía su compañero.

—Los requisitos eran haber cortado la cabeza a Á-alguien, y traer pescado una vez a la semÁ-ana, con eso bastaba para entrar, pero creo que yo los superé a tÓ-odos.

—¡¿De qué hablas?! ¡Yo corté tres cabezas de un solo corte, además de traer veinte pescados en menos de una semana!

—¡MiÉ-entes!¡MiÉ-entes! ¡Yo corté cinco cabÉ-ezas! A no ser que tú quieras ser el sÉ-exto.

—¡Lo único que pasará después es que corte tu puta lengua!

Mientras que ellos dos salían del campamento en su estúpida conversación, el que parecía ser el líder del grupo, se acerca a la carpa para observar al padre de Julia que no paraba de moverse; teniendo vendado sus ojos, no sabía quién era el que había entrado, pero al presenciar la entrada de alguien, el padre se desespera más.

—Veo que me tienes miedo; es bueno saberlo. —Lo observa levantado su ceja derecha—. ¿Eres tú el que estaba haciendo esos ruidos molestos? —Preguntaba sin recibir ni una respuesta—. ¿Nooo? —Agregaba con tono burlesco.

¡N-NO! ¿¡D-DONDE ESTÁ MI HIJA!? ¿¡Q-QUE LE HAN HECHO!? —Respondía desesperado.

—Así que no fuiste tú. Ya veo... Tu hija no está, está en muy, muy, lejano de aquí, pero... —Al acercarse poco a poco, agarra con fuerzas la cabeza del padre—. Odio a los cerdos gritar, ¿sabes lo que pasa cuando escucho a los cerdos gritar? —Abre su arma mariposa y lo pone en el cuello del padre.

¡P-POR FAVOR! ¡P-POR FAVOR! ¡PIEDAD! ¡PIEDAD! ¡S-SOLO QUIERO A MI HIJA!

—Si sabes entonces, pero no sabes que a cada cerdo que escucho gritar... ¡LE CORTO EL CUELLO! —Fingiendo cortar su cuello, el padre en la desesperación, por accidente se raspa con su arma, haciéndose un pequeño corte.

¡Ay! ¡Ay! ¡Ay! ¡¿Qué hice para acabar aquí...?!

—Si que eres un gordiflón miedoso. —Soltando su cabeza bruscamente, hace que choque con el palo de metal en el que estaba atado, quedando medio inconsciente—. Que padre más miserable, ni le basta que su hija este libre, ¡tch! —Guarda su arma mariposa con estilo.

Bajo mi mente en otro mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora