Izuku Midoriya tiene 24 años y un historial de relaciones amorosas fallidas. Es un escritor con obras famosas, pero al haberlas escrito bajo un seudónimo, su identidad se mantiene en el anonimato, dándole el pase libre para experimentar en relacione...
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- Creo... Que podría ser que te gusta- ambos amigos, en lugares distintos y a tiempos distintos llegaban a la misma conclusión.
Midoriya y Todoroki estaban estupefactos.
Todoroki no tanto, él estaba seguro que lo que sentía no podía ser solamente deseo, hacía mucho había saciado sus ganas, pero eso no le detuvo de disfrutar cada una de las sonrisas que el peliverde le dedicaba.
Midoriya estaba espantado, su última relación había sido muy normal, muy tranquila, sin conexión espectacular, todo dentro de la relación era normal, excepto el dolor que sintió con la ruptura.
Ese dolor que lo atravesó y se apoderó de él por algunas semanas no era normal.
Le aterraba tener una conexión así con alguien más. Y lo que era peor, con Todoroki. Porque con Todoroki cualquier cosa era mejor, disfrutaba su compañia y sus cuerpos se entendían desde el primer encuentro, que algún día éso llegara a terminar, como cualquier relación, le aterraba.
Midoriya se estaba hundiendo en pensamientos pesimistas hasta que uno, aún más dañino que el resto, tomó poder y fuerza en su conflictuada cabeza.
"¿Y si no le gusto también? ¿Por qué asumo que tendremos algo cuando puede que sólo sea yo el de los sentimientos?"
Siempre había sido seguro con respecto a sí mismo. Si le gustaba alguien, entonces abordaba a esa persona y terminaba conquistandola.
Pero el problema aquí era que no sabía si deseaba conquistar a Todoroki.
Pronto llegó el día siguiente, el día en que el encuentro no había sido cancelado.
Shoto llegó sorpresivamente a casa de Izuku, con un sólo pensamiento en mente.
Él me gusta, y no me es indiferente, podría intentar algo con él.
Claro que mientras redactaran el avance todo rastro de comodidad que se había asentado entre ellos por su tiempo juntos se desvaneció.
Ambos eran demasiado conscientes de la presencia del otro y la propia.
Si uno se movía, atraía la mirada del otro.
Si hablabas, tenías que mantener contacto visual.
Pero... ¿Y si se tocaban?
Todoroki pensó que era una buena idea si sus cuerpos eran los que hablaban, así que de manera incómoda tomó la barbilla del contrario y la guió hasta su rostro, para fundirse en un beso.
Algo se sentía mal.
Todoroki sentía incorrecto tocar a Midoriya de esa manera tan forzada.
Midoriya sentía incorrecto aquel toque, que aún sin saberlo, pisoteaba sus sentimientos y los confundía.
