Tengo que lucir miserable.
¿Cómo lucen las personas derrotadas?
¿Debería haberme puesto maquillaje para fingir ojeras y verme aún más demacrado?
- ¿Estás seguro de esto?- la voz interrumpió todos sus pensamientos complicados y ansiosos, llegando directamente a sus oídos gracias a un auricular.
Tragó saliva.
- Completamente- era la veinteava vez que le hacían ésa pregunta.
Veinte veces había respondido de manera afirmativa.
Cada vez con menos certeza que la anterior.
- Silencio, estoy entrando- susurró mientras tocaba la puerta y esperaba por una respuesta.
Estaba frente a una puerta fría y de color metálico, el pasillo estaba atiborrado de más puertas iguales, la única diferencia entre ésas puertas eran los números dorados que brillaban arrogantemente en la parte más alta de todas, sabiéndose distintos unos de otros y sintiéndose siempre observados.
No por Izuku.
Izuku no necesitaba ver los números, antes había contado sus pasos mientras llegaba a casa, antes sentía el corazón comprimiéndose en su pecho cada vez que sentía que el décimo paso desde el elevador llegaba.
Entonces estiraba sus dedos titubeantes y digitaba el código que sabía de memoria porque lo había elegido él. Porque era importante para las dos personas que vivían ahí.
Era el día que conoció a Shindō.
Entraría a una casa oscura y con la sala vacía, apestada con el olor a estrés y guardado. Abriría las ventanas mientras repasaba una excusa en su cabeza y se encaminaría encorvado hasta el cuarto de Shindō, sintiéndose triste porque las noticias que le alegraban, sólo hundían más en ése pozo de mediocridad a su novio.
Cerraría sus manos tan fuertemente que las uñas quedarían clavadas en sus palmas ante el pensamiento de que hería a la persona que quería por cumplir su sueño egoísta. Tocaría la puerta delicadamente para no incomodarle mientras se reprochaba su inconsciencia y se echaba la culpa del estado de su novio.
Y estaría a su merced.
Izuku saltó casi imperceptiblemente cuando la puerta se abrió, y de una casa que ya no era la suya propia, salió Shindō, con pantalones cómodos, el pelo desordenado y unas pocas ojeras.
- Tengo que hablar contigo- escupió las palabras con la mirada fija en el suelo mientras se repetía mentalmente que debía parecer una persona acorralada.
- Pasa Deku- Odiaba ése sentimiento agrio que se instalaba en la boca de su estómago cada que Shindō decidía pronunciar su seudónimo. Sentía que lo mancillaba y que debía detenerle. Se sentía incorrecto.
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Physical | Tododeku
FanficIzuku Midoriya tiene 24 años y un historial de relaciones amorosas fallidas. Es un escritor con obras famosas, pero al haberlas escrito bajo un seudónimo, su identidad se mantiene en el anonimato, dándole el pase libre para experimentar en relacione...