Izuku Midoriya tiene 24 años y un historial de relaciones amorosas fallidas. Es un escritor con obras famosas, pero al haberlas escrito bajo un seudónimo, su identidad se mantiene en el anonimato, dándole el pase libre para experimentar en relacione...
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Mientras masticaba su tostada con una expresión de calma, Izuku se preguntó qué pasaría después.
En realidad, la pregunta no era "qué", sino "cómo".
Se preguntó si subirían a su habitación y de manera calculada se quitarían la ropa uno frente al otro para que después solo se siente y abra de piernas.
Sin duda era un escenario incómodo, porque él era de las personas que sentían que el sexo era maravilloso si era inducido por la pasión del momento, le disgustaba en sobremanera tener planeado un acto tan maravilloso.
En realidad le disgustaba el hecho de planear las cosas, porque nunca le salían como las ideó.
Era frustrante.
Centró su mirada en el bicolor delante suyo y cuando los recuerdos quisieron atacarle de nuevo, los desechó y decidió que incluso si todo estaba planeado y salía mal, incluso si le explicaban con lujo de detalle lo que pasaría y sentiría en las próximas horas, él seguiría expectante de algo nuevo y con nula idea de lo que venía a continuación.
Después de todo, era sexo.
Y el sexo era maravilloso cuando era con alguien a quien deseabas y -al parecer- te deseaba con la misma intensidad.
Cuando terminaron de comer, Izuku se levantó y tomó los platos y tazas para lavarlos y que no se le amontonaran, Shoto, por su parte, se ofreció a limpiar la mesa.
Mientras dejaba el último plato en la secadora de manera distraída, sintió una mano posicionarse en su cintura y unos labios atacar su cuello.
Soltó un jadeo de sorpresa al tiempo que afianzaba su agarre sobre la loza y el plato, no quería caerse o romper algo.
Se giró sobre su eje para encarar al bicolor y le dedicó una sonrisa ladina.
- ¿Ya es momento de la diversión? - dijo con voz coqueta mientras ponía suavemente la mano sobre la mejilla derecha del bicolor.
No recibió una respuesta verbal, pero una mordida provocadora en los dedos que se apoyaban en el rostro del contrario, fue suficiente.
Deslizó sus dedos fuera de la boca de Todoroki y los apoyó bajo su barbilla, para guiarlo detrás de él, hasta su habitación, una vez más.
Cuando atravesaron la puerta, el peliverde titubeó un poco antes de dar un paso, no sabía qué hacer a continuación.
Nuevamente su cuello recibió mordidas seductoras y una mano del contrario se deslizó debajo de la playera blanca que se había puesto de manera distraída esa mañana hasta llegar a sus pezones y repartir ahí pequeños pellizcones que eran más placenteros que dolorosos, mientras la otra descansaba sobre su cintura haciendo pequeños masajes ocasionales.
Se giró y lo beso de manera salvaje, empujando su lengua al interior de la boca extraña que impactaba contra la suya propia.
No era una lucha, no era una danza, no era un caos y tampoco era arte, pero ambas lenguas se movían y se sincronizaban de manera distinta.