•CAPÍTULO 20•

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No sé con exactitud cuanto tiempo ha pasado desde que me dormí, Austin duerme profundamente a mi lado, tomo celular que reposa en la mesita de noche para mirar la hora, son más cinco treinta a.m. Despacio para no despertar al hombre a mi lado me levanto y tomo lo primero que encuentro en el armario y salgo de la habitación, me visto en el pasillo y mi gatito me sigue runruneando cuando llegamos a la cocina le doy leche, me despido de él y salgo de la casa con la mochila en el hombro.

Las calles no están muy concurridas, lo cual es normal porque es mega temprano, solo hay algunas personas trotando, yo por mi parte me dirijo a un café que está a cinco calles y para mí buena suerte está abierto las 24 horas. Al entrar un amable chico me atiende, pido un café y saco mi laptop, por suerte o mejor dicho por mi dedicación para mis estudios no tengo tareas atrasadas, pero voy a aprovechar este tiempo para escribir, desde que me mudé deje la escritura muy de lado y la verdad al hacerlo me siento yo misma o como pez en el agua como suele decir mi madre... Extraño bastante a mi familia.

Cuando ya tengo mi café apagó mi celular y me pido al chico que me avise cuando sean las ocho, ya que entró a la universidad a las ocho treinta, sin más comienzo a escribir me sumerjo en mi historia, algunas personas entran y salen a mi alrededor pero no les prestó demasiada atención y está es la magia de escribir, por un momento todo deja de importar, no pienso en Austin ni en esa mujer que es la dueña de su corazón, simplemente todo deja de correr y soy solo yo con mis letras.

-Veo que estás muy concentrada, pero ya son las ocho -me habla el chico a mi lado haciendo que vuelva a la realidad, el tiempo se me pasó volando para ser honesta.

-Muchas gracias -le sonrió agradecida, guardo mi laptop y tras pagar la cuenta camino tranquila y mucho más relajada a mi universidad.

Al llegas me encuentro con André. -Hola perdida, ya empiezo a odiar a ese imbécil ha hecho que te olvides de mi -habla con un adorable puchero la rubia mientras me abraza.

-Lo siento -suspiro -han sido días difíciles para ser sincera, aunque no todo es malo -le sonrió -hoy firmaré un contrato para realizar un cortometraje -le cuento muy emocionada.

Ella me vuelve a abrazar sin dudarlo -¡Felicidades amiga! No te imaginas lo feliz que estoy por tí, ya verás que será un éxito y si tienen media neurona notarán lo talentosa que eres y te van a contratar para muchos otros -habla haciendo énfasis en muchos, sonrío porque me alegra demasiado contar con una amiga como ella, definitivamente me cayó del cielo y adoro a esta chica.

-Eso espero Andre, ojalá y tengas razón cruzemos los dedos -hablo sincera.

-Yo siempre tengo razón -alardea -ahora entremos que lo último que queremos en llegar tarde.

-Tienes razón, vamos -sin más entramos a nuestra primera clase.

A las diez la secretaria de Diego me viene a buscar, le explica al profesor el motivo por el cual me retiro mientras yo escojo mis cosas.

-Suerte -me susurra mi amiga.

-Muchas gracias -le respondo en el mismo tono, mientras tomo mi mochila y me dirijo con la mujer a la oficina del director.

Al llegar me detengo en la puerta y le pregunto -¿Estoy decente? -es que con mi "fuga" de la casa ano me detuve mucho en mi oufit.

Ella me mira con una tierna sonrisa, se aproxima a mi, coloca un mechón rebelde de mi cabello detrás de mi oreja -está perfecta señorita Daiana -su mirada parece sincera así que le creo, definitivamente ahora estoy muy nerviosa.

-Gracias -le susurro para luego golpear la puerta con dos suaves toques cuando escucho un "Adelante" respiro hondo y entro, Diego se encuentra con la compañía de un hombre que quizás tiene veintisiete o veintiocho años y otro chico con el cual compartimos algunas clases, si la memoria no me falla su nombre es Trevor.

Inexplicable ConexiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora