Epílogo

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Domingo a medio día, me despierto, pero ahora con una sensación de plenitud en mi alma al ver a mi amado esposo durmiendo a mi lado derecho.

Se miraba tan pacifico soñando en la blanca almohada con la boca entreabierta, parecía ser que había tenido un descanso placentero.

—¿Sabías que es de mala educación mirar dormir a las personas? —Me inquirió Brian adormilado.

Mordí mi labio al sentirme descubierta y besé su frente. —Lo lamento, cielo. No pude evitar verte dormir, se ha convertido en mi pasatiempo favorito.

Me miró con sus hermosos ojos color avellana y sonrió mostrando sus colmillos que me volvían loca. Se puso encima de mí y comenzó a besarme con frenesí.

Sus manos vagaban de mi vientre a mis senos, yo suspiraba en el proceso, su tacto era maravilloso en mi piel.

—¡Papá! ¡Adam y Adelaide ya despertaron! —Interrumpió Olivia, de diez años, lo que pudo haber sido una deliciosa mañana de sexo.

—¡Voy, Livi, gracias! —Dijo con fastidio y yo reí por lo bajo.— Debí acceder cuando Kate se ofreció a cuidar a los niños este fin de semana. —Me dijo mientras se levantaba con pesadez de la cama.

—No nos hemos separado de los gemelos nunca, cariño. Descuida, iré a verlos yo. —Me ofrecí y Brian me sentó en la cama.

—No cielo, tú los cuidaste toda la semana, acordamos que los fines de semana me encargaría de ellos.

Asentí y sonreí, no quería ser egoísta y dejar a Brian al cuidado de nuestros gemelos y de nuestra adorada Livi, así que bajé dispuesta a preparar el desayuno para cinco personas.

Era una completa delicia ver a Brian siendo padre, se involucraba en todos los aspectos y era el ser más juguetón sobre la faz de la tierra.

Volviendo al inicio de nuestra vida de casados, nuestra boda se celebró dos meses después de que fue a Howth y nos encontramos ahí, fue una boda sencilla, únicamente con familiares y amigos cercanos; entre ellos Roger, de quién Brian ya se había reconciliado, y quién llevaba un tiempo soltero y tranquilo. John y Claire se enamoraron poco antes de mi boda con Brian, por lo que, para entonces, ya estaban saliendo. Freddie fue nuestro padrino de bodas, y aprovechó para presentarnos a Jim, su pareja, de quién se veía sumamente enamorado. Y yo no podía estar más feliz por mi mejor amigo.

Poco después decidimos mudarnos a Oxfordshire, ya que Olivia a pesar de ser una niña aún, tenía bien definido qué quería ser en el futuro, por lo que con la maravilla del internet buscó una de las mejores universidades de medicina en todo Londres y concluyó que la indicada era Oxford.

Brian, al ser un padre celoso y, sólo un poco miedoso, no dudó más y pidió transferencia de su trabajo para dónde nos mudaríamos, yo traspasé mi salón de belleza y nuestra vida familiar estaba empezando con el pie derecho.

Viajábamos mucho, quería que Olivia y Brian conocieran la mayor parte del mundo, y cada vez que la niña tenía vacaciones de verano, navideñas o de cualquier índole, Brian sacaba su globo terráqueo, lo giraba y dónde el dedo de Olivia apuntara viajábamos.

Habíamos intentado tener bebés en los primeros meses del matrimonio, pero tuve dos falsas alarmas y una pérdida irreparable. Nos dimos por vencidos hasta hace dos años, cuando en nuestro aniversario de bodas fuimos a París, donde fueron concebidos gracias a dos brownies con marihuana los gemelos Adam y Adelaide.

De inicio, no nos queríamos ilusionar, puesto que cuando perdí al primer bebé, el doctor nos dijo que iba a ser imposible que pudiera embarazarme de nuevo, pero fue un milagro haber quedado embarazada y de gemelos.

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