Capítulo 10.

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1849.

A la mañana siguiente Amelie salió a escondidas de Hilda, una de sus más chismosas mucamas. Siempre que Amelie hacía algo iba y se lo informaba a su madre.

Realmente nunca se había dado a la tarea de ir al establo, por lo tanto no sabía bien cómo escabullirse sin que nadie la viera.

—Lady Amelie. —Lucy la vio vagando sin rumbo y la llamó discretamente.

—¿Sí Lucy?

—¿Necesita algo? —Inquirió acercándose a ella.

—¿Sabes cómo puedo llegar a los establos? —Preguntó en casi un susurro.

—¿Quiere ir al establo?

—Pues sí, por eso te pregunto.

—Por acá. —La tomó del brazo y la llevó por la parte de atrás de la cocina.— Justo por allá quedan los establos —señaló.— ¿alguna otra cosa?

—Por ahora nada Julie, gracias. Y por favor, no le digas a Hilda.

—Descuide, con permiso.

Amelie fue caminando a hurtadillas hacia los establos, desprendían un olor un poco fuerte, la combinación de lodo y excremento no eran precisamente un aroma ideal, pero a ella no le molestaba, era una joven sencilla.

Llegó al lugar dónde estaban los caballos, con la orilla de su vestido de terciopelo y sus zapatos  satinados con flores bordadas manchados de lodo, se sentía poco presentable. Maldijo un poco a sí misma pero no le quedaba de otra, estaba dispuesta a pasar un poco de incomodidad con tal de convivir un rato con el guapo granjero.

Jeremy, por su parte, se encontraba cepillando a Lucas, un caballo pinto, al parecer su favorito.

—Hola... —Amelie saludó a Jeremy y él sonrió al verla.

—Hola, ven... —Le tomó la mano y la guió al caballo.— Espero que no te moleste que no traiga las manos limpias.

—Descuida, tienes manos suaves a pesar de trabajar duro. —Confesó la joven mientras acariciaba las palmas de las manos de Jeremy.

—No se compara con la suavidad de las tuyas. —Instintivamente Amelie se mordió el labio.— Él es Lucas. Es el mejor caballo del mundo. No le dábamos esperanzas de vida pero creció grande y fuerte.

—Ho... Hola Lucas —Sus manos comenzaron a sudar y Jeremy puso la que tenía tomada en el lomo del potro.

—No te hace nada. Es un animal noble y le encantan las caricias.

—Qué bonito caballito... Hola. —El animal relinchó e hizo que Amelie pegara un brinco del susto, abrazando fuerte a Jeremy.

—Le gustaste.

—Tanto así que me quería matar. Lo siento... —Se separó rápido del agarre de Jeremy.

—No tengo ningún problema. —Dijo aún sosteniendola por la delgada cintura.

Ambos se miraron fijamente a los ojos y Amelie no lo dudó ni un segundo. Ese chico le había gustado desde que lo vio, así que lo besó. Jeremy sujetó aún más fuerte su cintura y la apretó hacia él, ella se abrazó a su cuello y su beso parecía no tener fin.

Pasados unos segundos que supieron a gloria, se separaron mezclando sus alientos.

Lo siento. —Dijo una Amelie avergonzada.

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