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Si tuvieran que nombrar a la persona con más mala suerte del mundo, el nombre sería Liam James Payne.

Con tan solo veintidós años de edad ya había perdido seis trabajos y eso contando solo los que había perdido desde que fue mayor de edad.
Pintor, niñero, mozo, bibliotecario, ayudante de farmacias y por último y no menos importante, cajero en un mercado.

Y no, la razón no era que el fuese un completo inútil o que no aprendiese rápido el como manejarse en los distintos rubros, la cuestión era que se aburría muy rápido en los trabajos, pues ninguno era de su completo agrado, por lo que después de semanas simplemente renunciaba.

Sus padres no entendían el porqué de esto, pues desde que era un niño siempre fue alguien muy servicial, hiperactivo y responsable. Pero al llegar a los diecisiete años, cambio drásticamente y para mal.

Liam no era alguien que mantuviese un techo sobre sus hombros, tenía todas las comodidades que alguien de veintidós años pudiese tener: comida, principalmente; no pagaba impuestos ni un alquiler; no tenía hijos ni mucho menos una pareja; no necesitaba mucho dinero, pues sus padres siempre le dieron todo lo que pedía con tan solo chasquear los dedos. Y es que él era hijo único. Para resumir, no tenía responsabilidad alguna.

Pero eso no significaba que debía ser un mantenido por siempre, por lo que después de haber perdido su último trabajo por voluntad propia, sus padres decidieron que debían buscarle algo para que ocupase su tiempo y ganase dinero extra.

Karen Smith era contadora en un banco muy importante del centro, en cuanto Geoff Payne era arquitecto en la constructora Tomlinson office. Cada uno de ellos tenían buenos trabajos y su economía era bastante cómoda.

Geoff había intentado convencer a su hijo de iniciar su entrada laboral en la constructora pero el pequeño Payne le había dicho que no era un trabajo para su persona, que no le agradaba y que prefería trabajar en algo que se sintiese cómodo.

Y así habían pasado los últimos dos meses, hasta que una Karen recibió una llamada de una vieja amiga. Trisha Brannan.

Trisha había abandonado la ciudad de Wolverhampton a la edad de dieciocho años, cuando decidió casarse con Yaser Malik, el tipo era bueno, Karen nunca había pensado lo contrario, pero la familia Brannan no había aprobado la relación de su hija con Malik por el hecho de que era extranjero, pakistaní. Y era cinco años mayor que ella, por lo que cuando ella decidió seguir su relación con su amado fue desheredada por su familia y ella siguió a Yaser a donde sea que el fuese.

Había perdido todo tipo de contacto con la mujer hasta hace una semana, que fue cuando recibió aquella llamada y la citó para verse.

Trisha había tenido un único hijo luego de muchos tratamientos; pues le era difícil concebir bebés; había sido un proceso duro y difícilmente paciente; Hasta que Zayn llegó a sus vidas. La felicidad por su hijo obtenido fue increíble, según lo que Brannan contó, hasta que un pequeño y permanente problema apareció en sus vidas. Zayn presentó síntomas de autismo a la edad de dos años, hasta que esto fue confirmado por especialistas.

Zayn, su hijo, su único bebé, era autista. Pero claramente eso no impidió que la felicidad de la familia Malik-Brannan fuese afectada.

Tanto Yaser como su mujer estuvieron siempre pendientes de todos los problemas que su hijo podría padecer, sufrieron muchas crisis, normales para aquel espectro, pero el niño creció rodeado de amor y apoyo incondicional por sus progenitores.

El chico hoy en día tenía decinueve años y tuvieron un gran inconveniente cuando tuvieron que mudarse, pues los cambios no resultaban para nada agradables para su hijo quién ya vivía con una rutina impuesta por el mismo.

¿puedo abrazarte?. (ZIAM MAYNE)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora