2 | Cómo esconder un cadáver

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Cassie estalló en chillidos apenas terminé y Etel ya estaba buscando en internet cómo esconder un cadáver si la asesina era estúpida.

—Pero eso no pasa en el dibujo. —dijo Cassie confundida.

—¿Le habré dado muy fuerte? —Examiné la sartén, pero no había ni un rastro de sangre.

—Tal vez le rompiste el cuello. —espetó Etel.

Me horroricé ante la idea y corrí a verlo. El chico seguía tendido boca abajo con la cara aplastada en el piso. Me puse en cuclillas y examiné su cuello con las yemas de mis dedos. Se veía bastante bien, de hecho. Volví a la cocina con una sonrisa.

—Su cuello parece el de un humano normal.

Etel enarcó una ceja.

—¿Será porque no es un alien?

Fruncí los labios. Había un chico muerto en mi sala y ella venía con su sarcasmo.

—Espera. —dijo de pronto, asustándome.

—¿Qué? ¿Qué pasa?

—¿Lo has tocado?

—Pues claro. Si no, ¿cómo me voy a dar cuenta si lo desnuqué o no?

Etel se tomó la frente con sus manos, implorando paciencia. La vi soltar una maldición entre dientes.

—¿Qué pasa con que lo haya tocado? —le preguntó Cassie.

—Ahora sus sucias huellas de sus dedos chuecos están en él.

Me tapé la boca con las manos.

—¡No puede ser!

Le di una mala mirada al cadáver como si fuera su culpa el que ahora tuviera mis huellas.

—Tranquila, Alana. —Cassie se acercó más a la pantalla como si así pudiera traspasarla—. Si ya tiene tus huellas, ¿por qué mejor no le tomas el pulso? Capaz no está muerto.

—Sí. —coincidió Etel con un asentimiento—. Tómale el pulso y después lo disolvemos en ácido.

—¡¿QUÉ?!

—Solo si está muerto, claro. —refunfuñó mirándonos como si fuéramos idiotas—. No vamos a matarlo.

—Le tomaré el pulso. —murmuré indecisa. Le eché un vistazo de reojo. El chico seguía tendido, no se había movido ni despertado. De verdad parecía un cadáver enfundado en una casaca de cuero—. ¿Y qué hago si se despierta?

—Gritas.

—¿Y?

—Le das otro sartenazo.

—Mejor evita usar la violencia. —se adelantó Cassie.

Asentí y me acerqué al chico. Desprendía un suave aroma a canela. Lo examiné de arriba abajo con la mirada. Bueno, no estaba nada mal. Me sentí mal por haberle quitado al mundo tremendo chico, pero me sentí más mal por él porque capaz se había quedado con menos neuronas.

Le di una patadita en sus piernas. Estaba como una roca.

Pobre. De lo muerto ya se puso frío.

—Oye, Etel.

—¿Sí?

—¿En qué brazo se toma el pulso?

—En el izquierdo.

—No. En el derecho. —replicó Cassie.

—¿Qué dices? Es en el izquierdo.

—El derecho. Busca en internet.

Una Conquista ImperfectaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora