22 | Los celos disfrazados

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N/A: El personaje que aparece aquí pertenece a Inevitable Destrucción. [NO SPOILERS] ¡Disfruten la lectura!

—¿Aló, policía? Quiero denunciar a una estúpida —susurró Etel.

Cerré la laptop bruscamente. Santos caracoles. Hora de activar el modo chica inocente que no rompe ni un plato.

Y lo soy, solo que con un demonio oscuro de mirada atractiva y un príncipe azul de sonrisa encantadora tentando mi corazón de pollo.

—Mi querida madre. —La saludé, sonriente. Ella me miró con un ojo más abierto que el otro—. ¿Te ayudo con las maletas?

—¿Qué es eso de que te besaste con dos chicos, Alana?

—Mamá, yo no soy. Es otra Alana.

—¿Ah, sí?

—Sí. Es una que no tiene medias de unicornio.

Mi mamá rompió su expresión de madre enojada y soltó una risotada.

—Mínimo preséntalos. Ya estaba pensando en buscarte marido.

—Mamá —refunfuñé como una niña.

—Ven, deja de decir estupideces y ayúdanos con las maletas.

—¿Ayúdanos?

De pronto, un chico entró jalando una maleta azul.

Me quedé sin aire. Oh por dios, no puede ser. El chico se sacudió el cabello castaño y, cuando sus preciosos ojos azules cayeron en mí, una sonrisa divertida se formó en sus labios.

Solté un chillido de la emoción.

—¡Jack!

Todo fue en cámara lenta.

Solté la maleta de mi mamá, que se cayó al piso en un estruendoso ruido y no le hice caso a su mirada enojada cuando salté sobre ella para lanzarme a los brazos de Jack.

Me sentí como Sid cuando va corriendo por la sandía.

En este caso, mi mamá era uno de esos pajarracos.

—¡Te extrañé demasiado!

Jack soltó una risotada y me intentó levantar en el aire, pero su fuerza no duró mucho y me dejó caer al piso.

—¡Oye!

Quedé patas arriba como cucaracha y, para dramatizar mi caída y hacerlo sentir culpable, saqué la lengua a un lado y me hice la tiesa. Jack me tendió una mano, burlón.

—¿Qué te has comido? ¿Un mamut?

—Solo tienes unos años más que yo y hablas como un viejo —protesté.

—¿Viejo yo? —Soltó mi mano, ofendido. Me volví a desparramar en el piso—. Soy increíblemente maduro, no viejo.

Me puse de pie entre risas. Jack pasó un brazo por mis hombros.

—Le debes una pizza a tu primo el maduro —susurró en broma.

—Y tú debes contarme todo lo que pasó en California.

Su sonrisa perdió un poco de fuerza.

—Te lo contaré si me cuentas sobre esos chicos a los que te comiste.

—Trato hecho. —Miré a mi mamá, que nos veía con los brazos cruzados y una dulce sonrisa en el rostro—. ¿Escuchaste eso, mamá? Tendré una charla de primos en mi cuarto. Estaré ocupadísima.

—Tu padre se muere si se entera que un chico pisó tu cuarto.

—Pero es Jack. —Hice unos pucheros—. Míralo.

Una Conquista ImperfectaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora