5 | La fiesta de la conquista

134K 13.8K 10.4K
                                    

—Alana.

—¿Qué?

—¡Suelta el árbol!

—¡No!

Me aferré al árbol con más fuerza. Etel intentó tirar de mí una vez más mientras Cassie miraba alrededor con nerviosismo.

—¡Adam se va espantar si te ve como mono en su jardín!

—¡Que no voy a entrar!

—¡Me estás haciendo pasar ridículo!

Las últimas horas se resumen en una sola palabra: Desastre.

Cuando Adam me dijo que mi media le parecía linda, me convertí en el manojo de nervios más insoportable de la vida. Fuimos a la casa de Cassie para alistarnos ya que era la única con ropa decente, pero, como siempre, la única que se vistió decente fue ella. Traía un vestido floreado ceñido al cuerpo y una coleta en lo alto de su cabeza.

Ah, pero Etel y yo éramos otro caso. Etel se negó a ponerse un vestido donde habría puros hormonales descerebrados, así que optó por unos jeans y una blusa de tirantes anaranjada que combinaba con su cabello pelirrojo.

Y pues yo... yo la verdad no sé qué me puse, solo sé que quiero quedarme en este árbol y no entrar.

—Te estás ensuciando. —refunfuñó Cassie.

Se acercó y me acomodó la camiseta azul. Dios, ¿en serio había venido a una fiesta en camiseta? Al menos combinaba con mis ojos.

Eché un vistazo alrededor. Las personas que iban llegando nos miraban con el ceño fruncido y se alejaban rápido como si fuéramos una especie de locas en crisis de nervios. Y, por dios, las chicas parecían estar en un desfile de modas.

—¿Quién me dejó venir en camiseta y jeans? —me lamenté.

—Como si fuera fácil lidiar con una terca como tú. —se quejó Etel y me empujó. Mis manos dejaron de tocar el árbol y al instante me paralicé, caminando lentamente hacia la puerta como una estatua—. Ahora vas a ir y no meter la pata. No me dejes en ridículo.

—Sonríe y cuando encuentres la oportunidad te acercas a Adam como lo planeamos. —me aconsejó Cassie, soltando el moño de cabello rubio que traía en mi desordenada cabeza. Me peinó con los dedos y sonrió—. Le confiesas lo que sientes y listo.

—O al menos coquetea con él. —Etel me soltó y se puso frente a mí con una mueca—. Dios, te ves fatal.

—¿En serio?

—Espera. —Me dio un par de palmaditas en el rostro—. Para el rubor.

Me sacudí como un títere para quitarme los nervios de encima y, con una sonrisa de oreja a oreja, toqué la puerta.

—¿Qué haces? —se espantó Etel.

—Toco la puerta.

Etel se tomó el puente de la nariz, exasperada. La miré confundida. ¿Y ahora qué hice para hacerla perder la paciencia?

—¿Qué pasa? ¿Ustedes no tocan la puerta? Maleducadas.

—Es una fiesta de preparatoria, Alana. —Cassie soltó una risita—. La música está demasiado fuerte, si tocas la puerta nadie te va escuchar.

—Y te vas a quedar afuera como idiota toda la noche.

Oh. Empujé la puerta con suavidad, intentando asomar la cabeza para tantear el terreno, pero de pronto la puerta se echó hacia atrás bruscamente, jalándome hacia delante como estúpida.

Una Conquista ImperfectaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora