17 | Me debes un beso

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N/A: Denle mucho amor, comenten como locos y lean la nota al final del capítulo, besotes.

Me paralicé al escuchar su voz.

—Adam. —Sonreí de oreja a oreja.

Adam sonrió de lado. Santa madre de todos los rubios del mundo, ¿qué pacto debo hacer para dejar de babear cada vez que lo veo? La última vez que lo vi estaba huyendo como loca después de haberme pasado la tarde entera en sus brazos. En la piscina. Ganas de meter la cabeza bajo tierra no me faltan.

Se pasó una mano por el cabello rubio, sonriente.

—¿Qué haces por aquí?

—Estaba... —Piensa, piensa, piensa—...respirando.

Rayos. Mi estupidez ensanchó su sonrisa.

—Pero ya me voy a mi casa, ya me cansé de respirar. —añadí nerviosa.

Adam escondió las manos en los bolsillos de sus jeans y asintió con una mueca de diversión en el rostro.

—Yo también ya me cansé de respirar. Vamos, te acompaño.

El pulso casi me explota de los nervios. Dios mío, me va dar un ataque al corazón al verlo sonreír tan relajado como si no supiera el efecto que tiene en mi pobre corazón de pollo.

—¿Me acompañas a asfixiarnos o a mi casa? —bromeé.

—¿Y cómo nos asfixiaríamos?

—Estaba pensando en comernos un hueso de pollo.

—Se me ocurre mejores maneras.

¿Soy yo o mis antenitas de vinil detectan un sentido oculto ahí?

—Si intentas darme veneno para ratas, yo...

—Si quisiera asfixiarte, no usaría veneno. —me cortó divertido.

Fruncí el ceño.

—¿Entonces me ahorcarías?

Adam se atoró cuando quiso contestar y me miró de reojo, sorprendido. Sus ojos verdes me examinaron como si pensara que le estaba tomando el pelo, pero al ver que no entendía ni pío, sacudió la cabeza y sonrió.

—Eres increíblemente inocente.

—Es mi encanto.

Adam reprimió su sonrisa y se limitó a caminar a mi lado.

—Tengo que preguntarte algo.

—Acepto.

—¿Qué?

—¿Qué? —Me hice la desentendida.

Dios mío, no puedo pasar pena ajena así. Mi diminuto cerebro explotó en chispitas cuando lo escuchó y la idea de ir al baile juntos se formó en mi mente.

No, no, no. Cerebro malo. Eliminar.

¡No! ¡Deshacer! ¡Deshacer!

—¿Estás bien?

Me quité la mano de la frente y sonreí.

—Sí, solo tenía un fallo en mi sistema. Dime.

Adam sonrió como si estuviera acostumbrado a que fuera un bicho raro con respuestas anormales.

—Si yo era el chico de la noche del sábado, ¿por qué no solo me dijiste para liarnos y ya?

—No soy fácil. —presumí sonriente.

Mentira. Soy más fácil que la tabla del dos.

—Lo primero que siempre me dicen las chicas es para liarnos. —Adam hizo una mueca, pensativo—. No sé tú, pero a veces puede ser un poco intimidante.

Una Conquista ImperfectaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora