19 | Me tienes en tus redes

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Axen me tomó de las muñecas y me tumbó sobre la cama.

Mi corazón latió rápido. Mi cuerpo picó con un cosquilleo que me hizo arquear la espalda cuando escondió su rostro en el hueco desnudo de mi cuello y me comenzó a besar.

Si me hubieran preguntado si alguna vez toqué el infierno sin haber estado en él, habría presumido que fue en el instante que sus labios tocaron los míos.

Filosofando con Alana.

Solté una risita que lo distrajo de su ataque en mi cuello y me subí encima de él en la cama. Axen se sentó con un gruñido ronco e intentó volver a atrapar mis labios, pero no lo dejé.

Apoyé mi frente en la suya. Él miró fijamente mis labios y tragó fuerte.

—Las bestias no se devoran a las princesas —protesté.

—Esta bestia sí.

Atrajo mi cuerpo hacia él. Dios, sus manos me rodearon como si yo fuera una simple cosita. En ese momento, una idea se me cruzó por la cabeza. Esbocé una sonrisita maliciosa.

—Flynn —susurré.

—¿Qué...?

Impulsé mis caderas hacia él en un movimiento lento, pero sensual. Axen se quedó pasmado con las palabras en la boca.

Oh por dios. Parece que sí es una debilidad en los chicos.

Estuve a punto de bajarme de su regazo, victoriosa, pero él no me dejó. Me tomó de las caderas con fuerza y repitió el movimiento. Sentí un bulto justo donde estaba sentada. Mi rostro enrojeció.

—Te dije que no me condenaras —susurró con voz ronca.

Me moví encima de él, lento como si fuera una dulce tortura, y él no apartó sus ojos oscuros de mí, fijos como si fueran una condena.

Hasta que me desperté del susto, sudando.

—¡He montado un titán! —exclamé horrorizada.

Oh por dios. Oh por dios. Pero ¿qué he soñado? ¿Todo por un beso? Mente sana como manzana, Alana. Dios mío. ¡He pecado!

Axen nunca se debe enterar que soñé con él. Nunca.

Me alisté rápido para ir a la escuela con el recuerdo del sueño repitiéndose una y otra vez en mi cabeza.

Si no me acuerdo, no pasó.

No pasó, no pasó. Si no lo piensas, no pasó.

Eso es. Nada pasó ayer.

—Axen me besó —solté de pronto.

Etel escupió su bebida a mi lado y empezó a toser bruscamente. Todos en el pasillo voltearon a verla como si fuera a estirar la pata, pero como dice el dicho: «Hierba mala no muere».

Se recompuso con rapidez y me miró, sorprendida.

—¿Y lo besaste o le chupaste el ojo?

—¡No puedo creerlo! —Cassie me abrazó con fuerza—. ¡Diste tu primer beso y no moriste en el intento!

—¿Y cómo fue? ¿Te amarró a la cama? —curioseó Etel y me zarandeó al ver que me sonrojé—. ¿Te encendió su aspecto misterioso o te espantó? ¡Habla, Satanás!

—No todo es como los libros eróticos que lees, Etel.

—Mírala. Siempre anda despeinada y con cara de muerto, pero hoy está radiante. Hoy se ve más como... Bueno, como un muerto con rubor.

Una Conquista ImperfectaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora