30 | La noche del baile

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N/A: ¿Quieren esa maratón? Bien, a comentar como locos que entramos a la recta final.

La noche del baile.

Sí, ese baile de preparatoria al que las chicas van con sus vestidos y los chicos con sus esmoquines. En el que la decoración era como si viniera la reina los primeros minutos y a la hora ya todo estaba patas arriba. El Dj sonando con la música en el fondo de la sala y todos saltando ebrios.

Y sí, el mismo baile al que iría con Adam.

—Apúrate, mundana inútil —instó Etel con el ceño fruncido—. Tal vez nos matamos en el camino, así que deja de verte al espejo y vámonos.

Cassie salió del cuarto, enfurruñada.

—Solo pedí cinco minutos, Etel. Cinco. No me diste ni dos.

—Puedes pedir que te arreglen cuando estés en la tumba. Vámonos.

—¡Alana! Deja de comer, te vas a arruinar el labial.

Abracé mi tazón de papitas contra mi pecho.

—¡Los nervios me dan hambre!

Cassie me acomodó mi cabello rubio sobre mis hombros desnudos y le dio un repaso a mi vestido plateado con un corte en la pierna. Era apretado en la cintura, pero un poco más suelto en los muslos. Me quedaba bien, al menos no se me veían los calzones.

—Me encanta. Debería ser diseñadora de modas.

—Y yo debería morirme —espetó Etel.

Cassie puso los ojos en blanco y se concentró en mí.

—¿Ya sabes cómo se lo dirás a Adam?

Santos pitufos, no.

Desde lo que pasó en la fiesta, Adam se fue de viaje por problemas con sus padres y no volvió hasta ayer en la noche. Yo, como la chica madura que soy, me puse de los nervios cuando me llamó. Él quería venir a por mí, pero le insistí en encontrarnos allá.

¿Cómo le iba a decir que descubrí que estoy enamorada de su mejor amigo?

Cuando Jack nos dejó en la entrada, la música retumbaba en nuestros oídos. Entré como un ratoncillo cauteloso, mirando a todos lados. Etel me empujó hacia el interior y fuimos directo a una mesa a escondidas.

Cassie se cruzó de brazos frente a nosotras.

—¿En serio? ¿Van a quedarse sentadas como un par de viejas?

—Estoy examinando el terreno —se excusó Etel.

—Y yo me escondo de...

—Déjame adivinar. —Adam apareció a un lado de Cassie y me sonrió de lado, con una copa en la mano—. ¿De mí?

Oh. Por. Dios.

Su sonrisa nunca perdía su encanto. Santos pitufos, era la primera vez que lo veía con otros ojos. Ya no era mi crush el inalcanzable de cabello rubio, el que me deslumbraba o me ponía nerviosa en su presencia. Ahora solo era Adam, Adam Herty, el chico que está buenísimo en esmoquin y bien peinado.

Era como una versión joven de Leonardo DiCaprio.

Mi rostro enrojeció como la nariz de un payaso.

—No, no, no. Bueno, sí.

—Estás preciosa, Alana.

—¿Qué? —Fruncí el ceño por el ruido—. No soy una mocosa, Adam.

Adam soltó una risita y nos hizo una seña.

—Los chicos están por allá. ¿Vienen?

Etel hizo una mueca, pero fue con nosotros. Ella ni siquiera estaría aquí si no fuera porque Cassie la sacó a chillidos de su cuarto, así que su mal humor era como una mini bomba explosiva que tarde o temprano nos reventaría en la cara. Fuimos tras él en silencio.

Una Conquista ImperfectaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora