Capítulo 20: Verdades a medias

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Decir que estaba anonadado era poco, porque jamás esperó que tras la presentación, y vaya que fue una de las mejores que había dado, Jagger le daría un beso que lo dejó con una erección y con las ganas enormes de hacerlo en aquel escenario sin importar qué alguien más le viera. Pero, y esto era lo que le dejaba pensando, Jagger le había dicho que le vería a la media noche, y esta estaba a nada de llegar, pero se fue sólo.

—Deberías ir— dijo Kolter detrás suyo.

El rubio veía la puerta con una intensa mirada que le dio un poco de escalofrío.

—¿Por qué debería?

—¿Por qué no? ¿Acaso eres una gallina, Alaric?

Eso le hizo fruncir el ceño. Kolter parecía no entender la magnitud de la petición. Parecía más bien que en su mundo de "blanco y negro" las decisiones estaban basadas en la lógica y no en la parte emocional; Kolter era más frío que otra cosa.

—¿Y si no voy qué? Jagger podría estar mejor sin mí. Mira que yo solo le he dado problemas y ahora resulta que está siendo amenazado.

Kolter suspiró y se acercó a él hasta que sus torsos se tocaban por encima de la tela.

—Si yo fuera tú obviamente no iría, porque las emociones solo traerían descontrol a mi vida. Pero, tu caso es contrario, y lo sabes. Además, vas a arrepentirte de no ir, Alaric, y eso te lo puedo asegurar.

Después de eso, se encaminó hacia la salida de aquella pequeña habitación y abrió la puerta, para detenerse y mirarle por sobre el hombro.

—Ve. Pregunta cuánto quieras y, de ser necesario, no me busques. No estaré para nadie.

—¿Por qué?

—Mmmm... porque sí. Vete.

Y así, Kolter le dejó con la mente a mil por hora así como su corazón.

**

Los minutos habían pasado y él ya se encontraba en el sitio que Jagger le había pedido. Dudaba muy en su interior que el tipo realmente se apareciera. De hecho, sentía que había algo que le estaba deteniendo de navegar libremente como él lo estaba deseando.

Había pasado por su departamento por unas mantas para el frío, unas botellas de agua y sí, algunas golosinas porque sentía que iba a desmayarse en cualquier instante. No es que esas fueran a servir para mantenerlo en conciencia, pero al menos le daban algo que hacer.

—Doce con diez minutos— susurró para sí, soltando el aire que había estado reteniendo; Jagger no iba a venir. Estaba por levantarse y recoger todo, cuando la puerta de la terraza se abrió, revelando a cierto tipo de cabello negro, ojos azules como el pecado y una sonrisa que estaba haciendo cosas locas con su corazón.

—Perdona por llegar tarde, quería pasar por algo a casa antes de venir— dijo, acercándose para revelar una caja con un moño rojo encima.

—¿Para mí?— cuestionó sin saber qué pensar.

—No quiero que pienses que este regalo es una manera de llevarte a aceptarme, no es así. Es solo de camino encontré algo que no pude resistir llevarme. Si fui a casa fue para ponerlo en una caja y...— Jagger no pudo decir más. De la caja salió un lomito lleno de suciedad.

En Nueva Orleans, ahí donde vivió la mayor parte de su vida, o al menos la parte que creía correcta, jamás tuvo mascotas. Y no es porque no quisiera tenerlas, sino porque el pantano estaba lleno de otros animales que fácilmente se comerían a su mascota como merienda.

Jagger se acercó sacando a la bola de pelos de la caja por completo para dejarlo en sus brazos.

—¿Por qué? ¿Por qué traerlo contigo para darmelo? No sé nada sobre cuidar animales. Con trabajos me puedo cuidar a mí mismo.

AlaricDonde viven las historias. Descúbrelo ahora