Capítulo 2: Amigos con derecho a lo que quiera

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Una semana había pasado desde que ingresó a su primer año en la Facultad de medicina.

Escuchaba que muchos se quejaban porque ya les habían dejado leer una sana cantidad de libros desde su punto de vista, pero sucedía que no todos contaban con su memoria excepcional y que, en secreto, no todos amaban la carrera que estaban por cursar los siguientes años.

Era plenamente consciente de que él tomaba dicha carrera como un reto personal y un sueño a cumplir. Hacía mucho que le dijo a su madre que quería ser un héroe, salvar vidas, y que quizá ser un policía sería su mejor opción porque su cuerpo resistiría los entrenamientos ya que no tenía estudio alguno como para hacerse de un nombre con un "Lic." antes de este.

Lamentablemente ella no pudo ver cómo su sueño se transformaba en algo diferente pero manteniendo el mismo enfoque. La muerte de ella trajo consigo una convicción que no sabía que tenía, haciéndole ver que un médico también podía salvar vidas y que tenía la memoria innata para tener los conocimientos habidos y por haber en ese campo.

Pero, la semana también trajo demasiadas personas a su círculo, en el sentido de que le buscaban para que les explicase ciertos temas que ellos decían no entender, aunque estaba seguro que se debía a que no ponían la atención suficiente. Honestamente no importaba que pidieran ayuda, en especial porque se había prometido ayudar a quien estuviera dispuesto a extender su duda, pero si que había algo que estaba comenzando a ser... demasiado.

La cosa tenía nombre, y se llama Jagger.

Al segundo día el chico jamás se presentó y él creyó que se había librado de lidiar con el joven pero, ¿no tenía el destino algo contra él? Porque al tercer día Jagger había entrado junto al profesor de la primera clase y le saludó como si fuesen amigos de toda la vida. No fue eso lo que le molestó, sino las miradas que de repente varias chicas le lanzaron.

Sabía, por Tamara, que Jagger era un jugador de renombre, en el sentido de que pasaba de chica en chica con demasiada frecuencia. Tamara hasta le contó que una vez el chico se juntó con dos chicas y bueno, el resto pudo deducirlo por cuenta propia. Así que aquellas miradas sólo significaban que andarian atrás de él para conseguir el premio mayor.

Tuvo que hacer uso de todo su autocontrol en esa semana porque las chicas no dejaban de preguntarle, incluso exigirle, que le preguntase al objeto de sus deseos cuales eran sus gustos y si estaría interesado en una relación poliamorosa donde unas gemelas estuvieran involucradas.

Tamara se reía de la cara que ponía cada que contestaba que Jagger y él no eran amigos más allá de un saludo. Es más, sólo eran conocidos. Pero al parecer ellas tomaban su respuesta como una ofensa y le tachaban de mal amigo, como si él hubiera aceptado ser algo con ellas. Si, bueno, la sociedad estaba loca, y loco estaba él por llegar a la conclusión de que debía sencillamente preguntarle a Jagger lo que ellas querían saber; maldito fuera su corazón que no podía decir que no cuando había tanta insistencia de por medio.

Aquel día había pasado de la invitación de Tamara a comer fuera y pidió unos minutos para llegar tarde al ciber café, aludiendo que tenía un asunto que tratar y que no podía posponerlo más tiempo. Se encontraba en la salida de la Facultad, justamente en el estacionamiento donde sabía el auto de Jagger estaba estacionado. Admitía para si que el tipo tenía gustos exquisitos en carrocería de cuatro ruedas, y puede que haya pensado hacerse su amigo sólo para pedirle conducir aquel Ashton Martin en un negro cromado.

—Me preguntaba cuándo ibas a dejar de estar en la etapa de negación, pollito.

Por supuesto que aquella voz solo podía pertenecer a cierto chico de ojos azules. Rió entre dientes por no creerse que ahí se encontraba a punto de ceder a peticiones meramente egoístas que nada tenían que ver con él.

AlaricDonde viven las historias. Descúbrelo ahora