Capítulo 29: Celos y Chocolates

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Día Veintisiete.

-Despierta-. Susurré besando su frente -. Despierta - besé su mejilla derecha-. Despierta - mejilla izquierda-. Despierta - besé su nariz-. Despierta - besé sus labios cortamente.

-Joaquín, si sigues besándolo seguirá fingiendo qué está dormido-. Dijo Elaine desde su cama mientras se ponía unas botas de tacón alto.

-Cállate Elaine- dijo Emilio sin mover los labios y sonreí.

-Sé que estás despierto-. Pasé mis manos por su frente y puse sus rizos hacia atrás.

-Por culpa de Elaine-. Emilio se quejó poniéndome sobre él, sonreí antes de besar sus labios con suavidad.

-¿Adónde vas?-. Pregunté cuando Elaine roció unas gotas de su perfume favorito. Ella comenzó a caminar hacia la puerta contoneando sus caderas, cuando llego a la puerta y la abrió, se giró para mirarme.

-Voy a disculparme con Nico, y probablemente usar unos cuantos de esos buenos condones-. Dijo con tanta rapidez qué apenas escuché, cerró la puerta de un portazo y la carcajada de Emilio resonó en toda la habitación.

-El maldito de Nicolás tendrá un buen sábado-. Dijo pasando sus manos por mi espalda y mirándome con cara de cachorro.

-Tú estás muy lastimado para tener un buen sábado-. Golpee su brazo y él sonrió.

Me escapé de su agarrare y me giré para ver cómo se incorporaba sentándose en mi cama.

De la pequeña nevera saqué un bote de agua y luego tomé las dos pastillas que le tocaban a esta hora.

Le entregué ambas cosas y en pocos segundos me devolvió el bote sin gota alguna de agua.

-¿Quién te dio esto?-. Preguntó levantando el paquete de los seis bombones qué me dio Mauricio ayer. Ahora mismo solo quedaban cuatro.

-Mauricio-. Susurré rezando para que no me escuchara.

-Jesús-. Se pasó las manos por la cara y se puso de pie. -Debo hablar con ese chico-. Dijo pasando por mi lado.

-¿¡Qué!?- chillé caminando detrás de él. -No Emilio, déjalo ir, Mauricio es solo mi amigo-. Él se estaba abotonando la camisa que estaba sobre la silla, luego se metió rápidamente en los Jeans y apretó con una fuerza inhumana las cuerdas de sus botas. -Emilio- advertí.

-Déjalo ir tú, iré a por ese cabrón- dijo acercándose al lugar donde las llaves de mi auto estaban, las tomó y giró el pomo de la puerta.

-Si sales por esa puerta no te molestes en regresar- hablé con frialdad. Emilio se detuvo en el umbral de la puerta. Me dedicó una mirada sobre su hombro antes de cerrar la puerta y marcharse.

Emilio.

Me resultaba muy difícil conducir el auto de Joaquín, era muy bajo y tenía un maldito sonido de motor que mi amada camioneta no tiene.

Me costó al menos 16 minutos conseguir la dirección de Sebastián, pero tengo mis contactos.

Aparqué al lado de un auto y fruncí el ceño.

¿Es qué este maldito tiene un auto y una moto?

Bajé del auto y camine a la pequeña entrada hasta el porche.

Toqué la puerta y me retiré para esperar que abrieran.

-¿Eric?- Solté cuando mi compañero de salón me abrió la puerta.

-Umm, ¿Emilio?- me imitó riendo.

-¿Qué haces aquí?- pregunté.

-Mauricio venía por su auto, saldremos- dijo él y unos pasos sonaron cerca de nosotros.

Treinta. |EMILIACO|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora